Date: Fri, 13 Aug 2010 16:13:05 -0400
Subject: CLARICE LISPECTOR O LA BÚSQUEDA DEL DESLUMBRAMIENTO, ENVÍA AQUILES JULIÁN, DESDE REP. DOMINICANA
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Clarice Lispector o la búsqueda del deslumbramiento
Por Aquiles Julián
"Elegir la propia máscara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario"
Clarice Lispector
Clarice Lispector es la escritora que no capitula ante los convencionalismos de género, ante un acomodamiento a exigencias editoriales, al valor comercial de la literatura porque escribir era su forma personal de interrogar a su propia existencia, de ahondar en la experiencia humana, de sumergirse hacia lo hondo de sí ¿En busca de qué? No sabía, nunca se sabe. Tal vez del deslumbramiento.
Nace en medio de una huida. Los padres, judíos ucranianos, huyen de la guerra civil y las masacres bolcheviques y blancas, de un mundo que colapsa sangrientamente. Tierra de pogroms, aquellos linchamientos masivos contra judíos en la Rusia zarista y naciones aledañas, entre 70,000 y 250,000 judíos fueron asesinados en esos años tumultuosos, tanto por nacionalistas y por los llamados ejércitos blancos (antibolcheviques), como por los ejércitos rojos.
En medio de aquel caos inenarrable: hambrunas bestiales, masacres de un bando y de otro y de todos los bandos contra los judíos, víctimas siempre propicias, de odios que se regocijaban en crímenes bestiales y absurdos, los padres huyen. En la aldea de Tchetchelnik, Ucrania, la madre da a luz. Nace Clarice. Dos meses después, según datos aportados por la propia Clarice, la familia arribó al Brasil: pusieron tierra por medio a aquella amarga historia, se fueron al otro extremo del mundo.
Con apenas dos años de edad los padres se instalan en Recife, Pernambuco. El padre desempeña diferentes oficios. La madre padece una parálisis progresiva. La niña crece sintiéndose dejada al azar. Lee, inventa historias, busca comunicarse con los animales domésticos. Alimenta su mundo personal.
Hace llegar al diario de Recife sus primeros textos que son rechazados porque no responden al patrón tradicional. Les sorprenden aquellos centelleos, divagaciones que intentan capturar una percepción inaprehensible.
De ella misma dirá lo siguiente: ""Nací en Ucrania, pero ya en fuga. Mis padres pararon en una aldea que ni aparece en el mapa, llamada Tchetchelnik, para que yo naciera, y se vinieron al Brasil, adonde llegué con dos meses. De manera que llamarme extranjera es una tontería. Soy más brasileña que rusa, evidentemente... Cuando tenía catorce o quince años, escribí un cuento y lo llevé a una revista que se llamaba Vamos a leer, me quedé allí, de pie. Yo era lo que sigo siendo, una tímida atrevida. Soy tímida, pero me lanzo. Le di el cuento para que lo leyera y dije: 'Es para que usted vea si lo publica.' Lo leyó, me miró y dijo: '¿Has copiado esto de alguien? ¿Lo has traducido de alguien?' Respondí que no y lo publicó...
En 1930 la madre fallece. La familia se muda a Río de Janeiro. Completa su educación, se hace abogada y inicia su larga relación con el periodismo. Sigue leyendo: Hesse, Katherine Mansfield. Y en 1943, antes de casarse, escribe su primera novela: Cerca del corazón salvaje (1944).
Aquella novela generó discusión porque rompía con las nociones al uso de drama, trama, desarrollo dramático. E instalaría aquella manera suya de escribir. La novela obtiene el premio Graca Aranha a la mejor novela brasileña en 1943.
Clarice Lispector pertenece a la tercera hornada del modernismo brasileño, el renovador impulso a las artes y a la literatura que arranca formalmente en el 1922.
El modernismo brasileño fue la apropiación antropófaga de las vanguardias europeas, distinto al fenómeno que en el resto de Latinoamérica, en la América Hispana llamamos modernismo, más vinculado al decadentismo simbolista, la musicalidad y a las marmóreas formas parnasianas de la poesía francesa prevanguardista anterior a la Primera Guerra Mundial.
Entre el 11 y el 18 de febrero del 1922 se celebra en Sao Paulo la Semana de Arte Moderno, pero el fermento ya venía con una década de preparación. En 1912 Oswald de Andrade volvió a Sao Paulo desde Europa difundiendo los postulados del Futurismo y dando a conocer el verso libre.
Las primeras exposiciones de pintura expresionista en los años 1913 y 1914 y la incorporación de elementos modernos en poemas que todavía eran mayoritariamente parnasianos-simbolistas, fueron anticipando la acogida que en las letras, las artes y la cultura brasileña tuvo ese evento.
Los escritores y artistas brasileños vivieron un aggiornamiento, una puesta al día, asumieron las técnicas, procedimientos y enfoques más renovadores, sorprendentes, críticos, irreverentes y avanzados de su época y se los apropiaron para expresar por su intermedio tanto su realidad interior como la circundante; se adueñaron de un instrumental de primer orden para descubrir y hacerse dueños de su realidad e independizar cultural y artísticamente al Brasil de Portugal.
Y en ese proceso se colocaron a la par de la más moderna cultura europea de su tiempo.
Clarice Lispector es, al igual que Virginia Woolf y James Joyce, una maestra en la técnica del flujo de conciencia y el monólogo interior.
Al casarse con el diplomático brasileño Maury Gurgel Valente, viaja a Nápoles en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial. Acompaña al esposo de un país a otro, y aquella vida le fastidia. Llega a escribir, exasperada: "En todo este mes de viaje, no he realizado nada, ni leído, ni nada. Soy completamente Clarice Gurgel Valente".
En 1959 rompe la relación con el marido. Regresa a Río de Janeiro. Intensifica su labor periodística para obtener recursos con los que sobrevivir. Y mantiene su producción literaria. Incursiona en el cuento.
Clarice Lispector escribe y lo hace como un viaje por las palabras hacia un sentido elusivo que persigue una y otra vez: el sentido de vivir.
Al escribir intentamos un acto de magia, hechizar la realidad, aprehender con palabras que en sí mismas tienen fuertes limitaciones, son herramientas torpes, cargan serias deformaciones que se amplían y profundizan cuando las forzamos a incorporar y servir para tareas que las desbordan, capturar con esas piezas lo inaprehensible.
Si tenemos suerte, si los hados nos son propicios, una metáfora feliz, un giro expresivo, una imagen inesperada envuelve ingrávido un insight, una percepción que socializamos y que permite a otros desvelar un conocimiento mayor de la realidad interna y externa.
Esas aproximaciones, ese continuo acercarse a la elusiva realidad, a esa nóumeno que se esconde en el fenómeno, esa esencia de la que apenas atisbamos un espejismo, es el duelo que el escritor libra, un duelo del que, indefectiblemente, saldrá derrotado y al que, sin embargo, se somete una y otra vez en un enfrentamiento delirante.
Entender la vida, indagar sobre los velos y capas de la realidad, explorar e ir un poco más allá, rasgar los velos y acceder a algún atisbo de esa metarealidad que nos excede y desborda, que nos acoge y contiene, pero de la que vivimos ignorantes. Alertarnos, educarnos, facilitarnos alcanzar un estadio superior de entendimiento de la vida, es en algún modo el reto que a sí misma se planteó Clarice Lispector.
Realizarlo a través de los recursos limitados del lenguaje ya es, en sí, una proeza.
Su manera era el empleo del artificio literario para penetrar una mayor intelección de la vida, alcanzada por medios no tanto intelectuales como emocionales, no tanto científicos como artísticos; alcanzar una comprensión más integral, intuitiva, holística, que donara sentido a lo que, de otro modo, se siente como absurdo.
Para muchos, para la mayoría, el tránsito vital es una experiencia que ni se razona ni se reflexiona. Obsedidos por la sobrevivencia, agotados en mil y una tareas para resolver premuras financieras o alcanzar los elusivos símbolos del éxito social, la mayoría vive ajena a la tragedia de sus existencias desperdiciadas en boberías.
Existen, más no viven. Son consciencias enajenadas, atrapadas en modelos preimpuestos de comportamientos, metas y estilos de vida, que reproducen unas formas de ser estandarizadas y funcionan como fuerte medio de constreñimiento para quienes disientan y quieran explorar otros modos de vivir, etiquetándolos de inmediato de excéntricos, extraños, raros, cuando no locos.
Esa desquiciada maquinaria social se traga a las personas sin permitirles acceder a ellas mismas, hacerles conciencia de sus talentos, capacidades, dones, habilidades… La presión del medio social determina qué perseguir, a qué aspirar, cómo comportarse, qué hacer. El tiempo, ese etéreo y sin embargo tangible material del que se compone la vida, está estructurado en ritos sociales, rutinas productivas, repeticiones que brindan una cierta sensación de seguridad a cambio de renunciar a ser.
Clarice Lispector se fue desentendiendo, en la medida en que no le eran útiles, de las convenciones del género. No era una cuentista ni una novelista, su propósito no eran contarnos historias sino compartirnos, tras el artificio retórico, una indagación centrada en la sensibilidad de sus cuestionamientos, de su aventura de vivir, lo que destaca en cierta forma la poeta uruguaya Ida Vitale en su artículo para Letras Libres, Clarice Lispector –en las tinieblas de la materia-.
Allí, Clarice Lispector se revela en una cita esplendorosa: " Para divertirme podría inventar muchos hechos y crear historias, inventar es fácil y no me falta la capacidad. Pero no quiero usar ese don que desprecio, ya que sentir es más inalcanzable y al mismo tiempo más arriesgado. Sintiéndose se puede caer en un abismo mortal. ¿Qué busco? Busco el deslumbramiento".
En 1966 se duerme con un cigarrillo encendido y se le incendia el dormitorio. Sobrevive con fuertes quemaduras y la mano derecha, aunque se le salva, queda muy afectada. Eso le afectó severamente el estado de ánimo.
A los 56 años, el 9 de diciembre de 1977, un cáncer de ovario la arrancó de la vida. Ya había alcanzado un altísimo reconocimiento internacional. Y su fama ha ido creciendo año tras año. Su búsqueda del deslumbramiento, de la iluminación, de esa epifanía que desvelaría el sentido esencial de todo y nos permitiría alcanzar el entendimiento mayor, la comprensión profunda, la budeidad, queda expresa en esta lucidez vacía a la que hace referencia en la siguiente frase: "Siento una claridad tan grande que me anula como persona común y corriente. Es una lucidez vacía, ¿cómo explicarlo?, algo así como un cálculo matemático perfecto que, sin embargo, no se necesita. Y no entiendo aquello que entiendo"
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