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Date: Mon, 8 Nov 2010 07:46:03 +0100
Subject: Curas de las Patrias: Envío Nº 50/2010/ANNHA
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Sin Dios no hay Patria
"El patriotismo, a su manera, es eterno también. ¡Por Dios y por la Patria! Este es el lema y esta la expresión del verdadero patriotismo. Así el esfuerzo de acá abajo se aureola con la caridad de acá abajo, y se sublima con los méritos adquiridos en la eternidad inacabable. Así se abrillanta una virtud que el patriota cristiano extrae del civismo, en que la mantiene quien no conoce a Cristo, y la eleva hasta la sobrenaturalidad y hermosura de quien ama a la patria por Dios y para Dios. Así es sublime la virtud del patriotismo, y sublime su fórmula, "Por Dios y por la Patria". Así puede orlar al muerto por la patria la aureola del martirio, porque murió por la patria, pero mirando por encima de ella a Dios, y sólo a Dios". Azpiazu
Los Curas de las Patrias: homenaje y manifiesto
Cuando nació cada patria nuestra, lo hizo invocando a Dios. Cada niño que nacía, nacía con Patria y con Dios. Los curas recorrían inmensos territorios bautizando, catequizando, civilizando. Se construyeron iglesias y se sembró en las naciones a Jesús. Los pueblos bregaban por un destino mejor, y los ministros de Dios daban sentido y rumbo a la lucha por una vida digna y una comunidad soberana, abriendo camino desde esta Patria en la tierra hacia la Patria celestial. Zurciendo diferencias, aplacando hogueras, combatiendo injusticias, protegiendo a los débiles, alfabetizando, humanizando la guerra, edificando la moral de las Patrias y su virtud. Avergonzando a los avaros, denunciando a los usureros, fustigando la codicia de los poderosos. Creando un espíritu nacional de hermandad y cooperación entre las clases. Enrolándose en los ejércitos para acompañar en el dolor y alentar en el miedo de las batallas. Así se luchó por Dios y por la Patria. Así vivieron, se sacrificaron y murieron los que nos dieron libertad y un sitio sobre la tierra. Sin esa vitalidad y sin esa fe no habría habido héroes ni naciones.
Después nos empezaron a torcer el camino. Sabiendo que aquella recia sociedad de los hijos del Campeador no les iba a "aceptar ni un mal dinero" y era riesgoso atacar de frente a los pares de Minaya Alvar Fáñez, el que "lidiaba en campo con los moros sobre su caballo, empuñando la lanza y metiendo la mano a la espada", optaron por la vía tortuosa de corromper el espíritu mediante el engaño y el señuelo de esas "libertades" liberales que matan la Libertad. El pútrido fruto de esa siembra plurisecular es el falso encanto del "vellocino de oro", el festín de los sentidos, la pérdida de la dignidad humana. La desfiguración de nuestra personalidad colectiva y la ocultación de nuestra historia verdadera, de la herencia de nuestros mayores. Cobardía, entreguismo, resignación como ideales colectivos. Almas y cuerpos cotizados. Belleza fatua, saciedad innoble, egoísmo, impiedad, indecencia son el aporte histórico del trono del oro; de los corruptores del espíritu. Son las revoluciones contra Dios, a quien pretenden matar en las naciones que de Él han recibido el ser. La 'eternidad' del instante, el momento lo es todo. El desprecio por lo ajado, por lo viejo, por lo feo, por lo pobre. Maquillaje, superficialidad y siembra de mentiras. La utopía ideológica desaloja el realismo. Héroes falsos para una pseudo historia. El cine, la TV sustituyen la realidad y demuelen las conciencias.
Vivir de prestado, encadenado a las deudas, vivir tras lo material en la soledad efímera de la satisfacción. En el éxtasis falso del sexo, las drogas, en la arrogante imbecilidad de la importancia de lo que se tiene: el vestido, el auto, las marcas, todo lo material que nos rodea para halagar nuestra vanidad y quebrar nuestra dignidad. En las aguas estancadas del "Novus Ordo" sólo se cotiza lo fatuo, lo efímero. La vida ajena estorba al egoísmo, y un derecho prostituido sirve el "derecho humano" de asesinar impunemente, en hecatombes no concebidas antes por los pueblos más feroces de la historia, a niños, ancianos y enfermos inermes. La moral que respetaron nuestros padres, en tiempos en que "se pecaba, sí, pero no de impiedad", es objeto de una demolición científicamente programada. En lógica secuencia, si la ley de Dios se transgrede, la naturaleza sucumbe: da lo mismo ser varón, ser mujer, no ser lo uno ni lo otro; se alzan monumentos a los invertidos por serlo y se les entregan en adopción a niños. Los soldados que cumplieron su deber son aniquilados en campos de exterminio. El lenguaje se vuelve soez, la calle impura, todo es insolente y a todo se falta el respeto y la dignidad. La bandera, los próceres, la Iglesia, los Ejércitos, el idioma: todo lo noble se agravia, difama, menosprecia, legaliza y enloda, y si otros medios no bastan para empañar la grandeza, se mata con un silencio hermético a las figuras heroicas y caritativas cuyo ejemplo ofende a aquellos cuyo gran aporte a la civilización es el préstamo a interés.
La caotización programada fue lenta, porque la Hispanidad tenía sólidas raíces. Hubo resistencia, y la hicieron sacerdotes católicos. Curas de nuestras patrias ilustraron las conciencias, afrontaron de pie la persecución y bendijeron la lucha por Dios y por la Patria. En México en "La Cristiada"; en Chile con la solidaridad hacia los menos favorecidos y explicando la Patria; en Estados Unidos contra los usureros y defendiendo al trabajo honrado; en Argentina con el "fierro y con la cruz", curas extraordinarios, valientes, contundentes. En España como capellanes en la lucha contra los "rojos". Y así en todas partes. Estos curas lucharon por las patrias de los hombres y por la Patria de Dios. No se pueden salvar aquellas, si esta se pierde. Y es por esa razón que traemos aquí retazos de sus vidas, de sus dichos, de su ejemplo. Los sabemos en el Cielo, honramos su memoria, imploramos su intercesión. Fueron ejemplares, hay que seguir sus huellas.
Las patrias volverán a Cristo, o no serán. Barridas por el mundialismo, la globalización, las internacionales, expirarían sin pena ni gloria, envilecidas, desnudas y famélicas. Dios no lo permita. Hay todavía muchos curas de las patrias. Confiamos en ellos, en este instante que describió con esta "parábola cimarrona" el P. Castellani:
"Por descuidarse y no bañarse, un Elefante andaba perdido en Pulgas. Ahora, aunque se bañara diez veces, era inútil. Como lo tenían loco, lo hacían ir para donde querían. Envalentonadas, ya se creían elefantes ellas. Tanto embromaron, que lo hicieron caer en un pantano, que si no pereció fue por un milagro que sólo de contarlo tiemblo.
Estuvo los días y las noches luchando, solamente con la trompa y los ojitos afuera. Salió maltrecho, flaco, desmirriado, pelado y lleno de barro. Pero eliminó para siempre la dominación de las Pulgas.
Ahora ya estás en el pantano, oh patria pulguienta mía".
Y tú, amigo lector, ciudadano de una Patria que naufraga, piensa en estas palabras: se es cómplice o contendor; no hay espacio para neutralidades: "Cuando uno representa una causa (casi) perdida, hay que tocar la trompeta saltar sobre su caballo e intentar una última salida. Caso contrario, uno termina muriéndose de vejez triste en el fondo de su fortaleza olvidada que ya nadie ataca porque la vida se fue" Jean Raspail
Arriba las Patrias
Fe, Oración y Acción
Redacción de ANNHA
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