Subject: Patria Libre está en la calle. Nº 3.
From: patrialibreoriental@gmail.com
To:
Patria Libre
Nº 3 Mayo 2011
Sumario:
Editorial: - Conciencia histórica para asumir el presente y construir el futuro.
Tierra: - La tierra, por Julián Cabrera.
- Injusto desalojo del trabajador Ney Thedy en Bella Unión, por Grupo de Lecheros Mandiyú.
Barrial: - Clasificación y clasificadores de residuos.
Entrevista: - Aratirí: la Patria o el saqueo. Entrevista a Cristina Ramírez (Cerro Chato)
Historia: - Inicio de la revolución en el Virreinato del Río de la Plata.
- 1811: "la admirable alarma".
Cultura: - José Artigas. Aurora, lucha y ocaso del protector de los pueblos libres. Aníbal Sampayo.
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Editorial
Conciencia histórica para asumir el presente y construir el futuro
En estos momentos se cumplen 200 años de la gesta emancipatoria que se desplegara en el continente contra la colonia.
Muchos son los significados y las implicancias para el presente según el lugar desde donde se mire, aunque los hechos sean únicos y de claro contenido.
Nosotros no miramos desde el servilismo interesado o desde el ojo prestado por un intelectual europeo. Miramos desde la tierra que parió esa gesta, desde el seno del pueblo que la protagonizó.
Desde allí que entendamos el valor que tiene ese pasado para nutrir este presente. Que podamos ver las necesidades de nuestra patria para poder ser como tal. Que veamos las adversidades a superar para avanzar en el curso de la historia hacia una vida digna en una sociedad justa.
No desde el desprecio europeo a nuestras luchas que no consideran relevantes para las suyas sino desde el reconocimiento de la importancia de antecedentes heroicos comunes para un presente disgregado y un futuro cargado de desafíos inmensos.
Conciencia histórica para la lucha nacional
Nuestra realidad está pautada por la situación de dependencia. Que logra instalarse, precisamente, por la injerencia británica para cerrar el ciclo revolucionario abierto hace 200 años y así poder saquear el fruto de nuestros esfuerzos a condición de que no generemos las condiciones materiales de la independencia y mantengamos un pensamiento colonizado.
La liberación es el desafío para poder construir nuestra nación en el marco de la cual el pueblo pueda, soberanamente, decidir su propio destino. Lo demás es fraseología, debate de café o intentos de desgaste en luchas estériles.
Lo que nuestro pueblo tiene por delante, entonces, es una lucha nacional.
En este marco, la conciencia histórica cobra un valor fundamental. Con el objetivo de que crezca esta conciencia frente al opresor extranjero es que la encaramos.
Es imprescindible reconocer las causas del drama nacional y las potencias responsables. Un pueblo con dicha conciencia histórica puede asumir con perspectiva de victoria su lucha por la liberación nacional.
Precisamente, descubrir las causas de nuestra situación actual depende, en gran medida, de que reconozcamos en nuestra historia las luchas que ha dado nuestro pueblo y los responsables de que los anhelos de estos patriotas no se hayan concretado y hoy estemos a merced de las potencias imperiales.
Saber que contamos con antecedentes de tal envergadura como la Revolución Oriental fortalece nuestra lucha nacional actual, porque (y parece redundante señalarlo) la gesta artiguista asumió la lucha nacional de su tiempo, y triunfó en la empresa.
Es el punto más alto de la misma. Porque la lucha de este carácter solo es tal si está unida a los que la precedieron.
Nos dirán algunos que no fue nacional porque fueron los humildes que la protagonizaron.
Tendremos que aclarar (y nuevamente parece redundante señalarlo) que no estamos en Europa donde es la burguesía la que asume la conducción de la nación, en la periferia los humildes son la esencia de la nación (no pudiendo entenderla como tal sin plena soberanía) y esta es la única esperanza de ver realizados sus anhelos. Lo demás es puro formalismo para velar las relaciones neo-coloniales.
Un revisionismo histórico que nos permita quitar el velo del mito liberal nos permitirá descubrir el quiebre del proyecto artiguista por la acción del imperio británico con la complicidad de sus lacayos, para instalar una realidad diametralmente opuesta, impidiendo la construcción de nuestra nación y sometiendo a nuestro pueblo, pero también nos permitirá valorar en su justo término que acá no fue todo lo mismo, que existieron los Leandro Gómez, los Timoteo Aparicio y miles de patriotas anónimos que ofrecieron resistencia ocupando su puesto en las montoneras. Y así podríamos llegar hasta nuestros días.
Percibir, pues, que nuestra nación está aún por construirse, que el proyecto artiguista mantiene plena vigencia y que la injerencia extranjera impide su concreción.
Por supuesto que la conciencia histórica implica asumirse como parte de una nación y de un pueblo.
A esta conciencia histórica de las masas populares se oponen las potencias que nos dominan y la conciencia anti-nacional de los colonizados.
Intentan potenciar el individualismo de las capas medias y tratan de que el resto de la población no se reconozca entre sí.
En muchas ocasiones las fuerzas anti-nacionales actúan disfrazadas de amor a la patria.
Muchas de estas fuerzas salen a intentar adueñarse de la Revolución Oriental protagonizando las celebraciones oficiales del bicentenario.
Los responsables de vender la patria al extranjero, de enajenar el patrimonio de los orientales, pretenden hacernos creer que la factoría que administran para los gringos es el sueño de Artigas.
Todo lo contrario. Ellos son la anti-patria.
Quieren convencernos de que el anhelo de los orientales era tener un país separado de América, con la riqueza y el poder lejos de las manos del pueblo, de que el ejército de hoy surgió en 1811 cuando sabemos que el ejército artiguista era el pueblo armado y el ejército surge décadas después para custodiar la incursión extranjera enfrentando a las montoneras de aquel pueblo armado. La Revolución Oriental nada tiene que ver.
Todas estas deformaciones persiguen, precisamente, arrebatarle al pueblo sus antecedentes, quebrar su conciencia histórica, quitarle los elementos unificadores para asumir la lucha del presente.
Esto no es rescatar la historia sino velarla.
Otra expresión del pensamiento colonizado radica en el eurocentrismo de algunos sectores de las capas medias, que conciente o inconcientemente han desestimado la lucha nacional, por nuestra emancipación nacional.
Más cerca de los libros que de la realidad de nuestro pueblo intentan interpretar los acontecimientos locales a la luz de esquemas basados en la realidad europea.
Se desestima que acá el capitalismo y la violencia que conlleva tienen origen extranjero, y que esta es ejercida desde unas naciones (imperialistas) hacia otras sometidas (como la nuestra).
Se habla en términos de humanidad (al estilo europeo) y se soslaya lo propio como parte importante de la misma.
No se reconoce o se oculta el carácter de la Revolución Oriental como lucha nacional.
No se menciona al Imperio Británico como principal artífice de la balcanización de la nación que se construía y de la condición de colonia que nos impondría, todo para ajustar los análisis a la realidad europea donde predomina el conflicto interno en el seno de las potencias.
Como consecuencia se desconoce la resistencia nacional de las montoneras y hasta se llega al extremo grosero de señalar el comienzo de las luchas sociales con la llegada de la última oleada inmigratoria. El colmo de la colonización mental, apenas oculta entre la fraseología contestataria.
La perspectiva federal artiguista nos indica la prioridad de construir la nación y una forma particular para hacerlo ya que para los orientales nuestra nación excede los límites impuestos por los británicos en 1830.
Así como a los países que resisten, los gringos los desangran en guerras para fraccionarlos, también exportan teorías para dividir la resistencia nacional. Los opresores utilizan sus estados-nación para dominarnos y pretenden que reneguemos de nuestra nación para defendernos.
En este tiempo histórico donde las potencias determinan la realidad de los países periféricos, debilitar los elementos que cohesionan al pueblo para la resistencia nacional, en nombre de una revolución universal abstracta, es hacerle un gran favor a la dominación de las potencias imperialistas.
En la lucha nacional de los pueblos oprimidos está la clave para la emancipación a escala universal.
El bicentenario es una oportunidad para reinstalar la necesidad de luchar por la liberación nacional, lucha protagonizada por las mayorías de carne y hueso que habitan nuestra patria.
Combate antiimperialista y perspectiva nacional
Tenemos que señalar que la debilidad de la conciencia histórica no se debe exclusivamente a la acción directa del régimen colonial. También es motivo de la intervención a través de la formación cosmopolita que han logrado instalar. Con un conocimiento libresco, abstracto, general, que no logra entroncar con la realidad que atravesamos.
Se vuelve la espalda al país, y su realidad, para mirar a la metrópolis. Muchos formados en el pensamiento característico de esta no tienen escapatoria.
Tal vez, avergonzados de su pueblo quieran acercarse a Europa, o limpiar de pobres sus avenidas, sus calles, más parecidas a los refugios europeos en sus colonias que parte de una ciudad latinoamericana.
El constantemente recurrir a un lenguaje técnico esconde el deseo de mantener el status en torno al conocimiento. El caso de la historia es gráfico. Es recurrente el escuchar que alguien no está autorizado a hablar de historia porque no está certificado por la academia. Mucho menos el pueblo que, oh paradoja, es el que la hace con su lucha. Una nueva forma encubierta de velar su historia a las masas. Preocuparse por exagerar el lenguaje técnico es pretender que el pueblo no se inmiscuya, no hay una real preocupación por aportar algo a su marcha de gigante.
Esta subestimación que ve en los latinoamericanos que andamos estas calles sudando trabajo una condición casi racial de atraso que impediría alcanzar el conocimiento se traduce en prácticas paternalistas. Estas prácticas parten del entendido de que las mayorías son inferiores. Necesitan de nuestro bastón para caminar. Y van desde las visiones más asistencialistas hasta las prácticas políticas que supeditan el accionar de las mayorías a la lucubración de un puñado de iluminados.
Estas prácticas nefastas atentan contra la maduración del pueblo para hacerse dueño de su propio destino.
Las preocupaciones que invaden a este pensamiento cosmopolita no tienen nada en común con la realidad que vive el pueblo. Con una mirada europea de la historia, si se da la ocasión de que mire la realidad se extravía, y si pretende intervenir en la coyuntura trae formulas que nada tienen que ver con el curso que atraviesa la lucha de nuestro pueblo e intenta imponer formulas totalmente abstractas que nada aportan como orientación común para la misma.
Esto lleva a una fuerte desconexión con las mayorías.
Otro elemento es el intento de aniquilarnos nuestro pasado.
Nos quieren convencer que los gringos nos vienen a sacar de la noche en la que estábamos "bárbaros". Aparentemente nos querrían proteger de nosotros mismos.
Instalan juicios peyorativos sobre nosotros mismos, tanto ayer como hoy. Versiones tales como que el país no podía "progresar" por la idiosincrasia gauchesca, o que ahora nos mantenemos en la miseria porque los uruguayos no quieren trabajar.
Si el progreso, era entregarle el país a los británicos por supuesto que las montoneras constituían un freno. Si de lo que se hablaba era de la dignidad para el pueblo el freno lo ejercían los "civilizados", cono ahora son los gringos que vienen con los espejitos de colores y señalan desde sus medios masivos a nuestros humildes compatriotas de los "cantegriles" como los responsables de su propia pobreza. Cínica forma de esconder responsabilidades y de depositarla sobre nuestros hombros.
Intentan por todas las vías a su alcance de desintegrarnos como pueblo y como colectivo nacional que pueda hacerles frente.
Nos quieren convencer de que somos inferiores, que nuestra nación no es algo concretable, para que no luchemos por ella, para que no nos arrojemos a defender nuestra soberanía.
Otro mecanismo para retrasar la consolidación de la conciencia nacional es el llamado economismo para que cada uno entienda su problema por separado, para que no se vea el problema común y así concretar la reivindicación nacional. O paliar los aspectos más emergentes y así conservar las relaciones de dependencia que son el origen de todos los males.
El camino para superar esta situación y avanzar en la conciencia histórica requiere la politización del pueblo, o sea la comprensión de la dimensión nacional de los problemas que nos aquejan, la comunidad de intereses con todo el pueblo y los obstáculos (es decir, los responsables) que impiden dar satisfacción a los mismos.
Hablamos de un pueblo con mayor comprensión, más vigilante, un pueblo adulto, soberano, sin tutelajes de ningún tipo.
Para esto se requiere formarse en el trabajo, en el esfuerzo, en asumir la cruda realidad con nuestras manos y comprometernos en su transformación. También es indispensable garantizar los espacios de participación para que todos comprendan y decidan. No hay como ser protagonista en espacios colectivos para comprender la realidad que nos rodea y anhelamos transformar.
También fortalecer la identidad, que cada uno se sienta parte del todo, de la verdadera nación, no de la factoría y sus ropajes.
Sumado a esto es fundamental para el desarrollo de la conciencia ser activo participe en la lucha del pueblo. Ponerle el hombro a los desafíos constantes. En la solidaridad de la vida cotidiana, en las jornadas que nos ponga por delante la lucha nacional.
Nuestros esfuerzos, entonces, debemos dirigirlos a ese pueblo, del que formamos parte, y desde el cual debemos intervenir.
Esto nos coloca en el camino el desafío histórico de que el pueblo retome la senda de construir la nación, o sea de su propia construcción. Camino iniciado hace doscientos años por las montoneras artiguistas, y que nos interpela para asumir nuestro lugar en esa marcha por la definitiva liberación.
La nación vive en la lucha del pueblo por su liberación. La nación está en el campo y en los "cantegriles" no en los palacios, y se abraza con el gauchaje montonero de otrora izando el pabellón federal.
La construcción de la nación es tal si expresa genuinamente la voluntad del pueblo.
Sería un error cargado de consecuencias querer saltar la etapa nacional. En un mundo dominado por la hegemonía de las potencias imperialistas pretender llegar al concierto internacional sin un marco nacional genuinamente soberano que nos exprese nos coloca merced de sus designios y nos condena a la dependencia.
Solo desde el marco nacional podemos formar parte del concierto internacional. Sino no seremos nada.
El sueño artiguista de la unión regional latinoamericana como marco de una gran nación es camino para volver a andar con los pies descalzos de los humildes de esta tierra que supieron verter su sangre por verla libre para que pudiéramos ser y construir soberanamente la patria libre.
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