JUAN EDUARDO AZZINI
Hace algún tiempo, nos referimos, en esta página, a nuestra realidad sindical actual, concluyendo que la ideologización y la actividad político-partidaria de los dirigentes sindicales, desconoce la naturaleza y el significado de esos organismos. La esencia de los mismos, no consiste en enfrentamientos y luchas desmelenadas, sino en tratar de buscar entendimientos que beneficien al país todo. Las toleradas huelgas y paros sorpresivos, y las ocupaciones realizadas por obreros de las empresas y por otros que no lo son, los trabajadores que quieren entrar y no se les permite, son actos que a nadie beneficia, que toman al pueblo de rehén, que desaniman la reinversión y advierten a inversores extranjeros. Y todo esto sucede en un gobierno surgido de las urnas.
Pero parecen haber olvidado cómo operaba el otro sistema económico, el colectivista, en el ex imperio soviético, "el paraíso de los trabajadores". La Constitución soviética de 1936 asignó al Estado las funciones de dirección y gestión a través de los Planes Quinquenales, inspirados, como la propia revolución de 1917, en los propósitos y actuaciones de los gobiernos alemanes de entonces. El Plan englobaba la vida total del país, fijaba la importancia de los sectores, las metas de producción por ramos, los salarios, costos y ventas. Es decir, la vida total de un país y de sus integrantes. Comenzaron con Stalin en 1928, después del fracaso del "comunismo integral" y del retroceso a una economía con la N.E.P. (Nueva Economía Política) de Lenin, a partir de 1923. Los primeros planes fueron de extrema rigidez y aplicados por los "Comisarios". El Plan 1936/40, por ejemplo, disponía la semana de 7 días a 8 horas de trabajo, violando las conquistas iniciales de la revolución y la propia Constitución de 1936.
Los trabajadores no podían abandonar "sus" lugares de trabajo fijados, siendo penados con cárcel. Las faltas se castigaban con trabajos forzados. Así, el campesino queda sujeto, de la cuna a la tumba, a su granja colectiva y el obrero, desde su niñez, a "su" lugar de trabajo y oficio. Ningún ruso podía trasladarse a punto alguno de su dilatado país y mucho menos al extranjero. Ya en el tercer Plan, más de dos millones de "Kulaks", esto es, los labradores dueños de tierras, cualquiera fuera su dimensión, fueron "liquidados" por purgas directas, traslados a Siberia y feroces hambrunas organizadas. Entre tanto, varias de las conquistas atribuidas a Lenin cayeron en el olvido. Se pusieron severas trabas al divorcio, y la minoridad dejó de ser protegida, a tal extremo que, por decreto firmado por Kalinin y Molotov en 1935, se penó la vagancia y delitos de menores, desde los doce años, con pena de muerte (¡!).
Durante el 3er. Plan Quinquenal quedó abolido el programa en curso de Instrucción Pública universal y gratuita (también establecido en la Constitución de 1936). Los alumnos de los dos últimos grados de escuela pagarán 200 rublos por año, en secundario y universidades, 400, en las escuelas de bellas artes y música, 500. En esa época, el obrero ganaba unos 200 rublos por mes en toda la URSS. Pero se privilegia la creación de castas especiales: los hijos de altos funcionarios públicos, artistas, destacados técnicos, ingenieros y escritores, y naturalmente, los de la élite de gobierno (diríamos hoy "los compañeros"), son los únicos que podrán alcanzar altos puestos públicos.
Nos queda la gran interrogante olvidada (no puede ser desconocida) por los comunistas criollos y sus dirigentes sindicales. ¿Qué libertad tenían los trabajadores rusos después de todo lo expresado?
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