Chesterton decía que el periodismo consiste en decir que lord Jones murió a gente que ni sabía que lord Jones existía. Hoy posiblemente sea difícil estar de acuerdo con su afirmación. Sin embargo, para los que trabajamos en periodismo cultural en América latina, en un contexto de problemas de pobreza y corrupción, escribir sobre una muestra de arte abstracto o sobre los pensamientos de un escritor puede parecer tan frívolo como la muerte de lord Jones.
A pesar de esto, varias teorías sostienen que el periodismo cultural tiene un papel en la región. Algunas de las tradicionales son:
- Grupos minoritarios a menudo encuentran su voz primero en las artes, y el periodismo cultural puede amplificar dicha voz.
- En sociedades que han sido represivas, la cultura misma suele estar politizada y la crítica contribuir a que el público tenga herramientas para hacer una lectura menos simple de la propaganda.
- Si se está saliendo de un conflicto con componentes étnicos, el periodismo cultural puede enseñar a los distintos grupos sobre el otro y así fomentar el entendimiento.
Incluso podría argumentarse que el periodismo cultural es más importante en países en vías de desarrollo que en los países del Primer Mundo. Mientras que para las culturas hegemónicas es fácil ser vistas y oídas, para las culturas locales muchas veces la única manera de salir a luz es a través de notas en los medios. Desde un punto de vista económico, parece un momento particularmente bueno para que estas historias sobre América latina salgan a la luz. Richard Peterson, profesor emérito de Sociología de la Universidad Vanderbilt, realizó estudios estadísticos sobre el tipo de actividades culturales en las cuales la gente participa, y encontró que en la última década la estructura del gusto dio un giro en las clases medias y medias altas. Según su célebre investigación, antes, cuanto más rico y educado uno era, más exclusivo era respecto del tipo de música (por tomar sólo un campo del arte) que le gustaba. Ahora es exactamente lo opuesto. Cuanto más rico y educado se es, más tipos distintos de música se disfrutan. Esto no quiere decir que al omnívoro cultural del Primer Mundo le guste todo de manera indiscriminada. Más bien, significa que está abierto a apreciar productos culturales de distintas culturas, en especial populares. Los grandes beneficiarios de esto han sido, naturalmente, los productos de culturas no hegemónicas: volviendo al término de Bourdieu, es un símbolo de distinción saber de tango en Dublín o de bossa nova en Oslo.
Un papel interesante para el periodista cultural se abre en este contexto para llevar al mundo las noticias sobre el valor de lo que está siendo producido en el tejido social de la propia cultura y no sólo en las instituciones (museos, teatros, editoriales, etc.) que se cubren de manera sistemática. Dado que los periodistas culturales, y en particular los críticos, actúan como los guardianes de la entrada a aquello que tiene valor, sólo por reflejar la existencia de estos productos locales comienzan a darles viabilidad. En el último Congreso de la Lengua, Carlos Monsiváis dijo que el periodismo cultural estimula la movilidad social a bajo costo. Quizás eso sea demasiado optimista. Aunque a través de una nota se logre crear capital cultural, el problema es si éste puede transformarse en propiedad intelectual, sin lo cual el valor no vuelve al creador. Pero es un objetivo al cual apuntar.
Personalmente, sin embargo, me siento cercana a quienes creen que el papel fundamental para el periodismo cultural en América latina está en contribuir a una creciente amplitud mental. Es ésta la que permite considerar los inputs que no son los tradicionales, las ideas innovadoras, de las cuales dependerá tanto la economía en el tercer milenio.
Parecería que el periodismo cultural, al menos en un diario, ahora combinado con Internet, debería estar dirigido a una audiencia lo más amplia posible. Porque es importante una mente amplia en los individuos para generar ideas innovadoras, pero es igualmente importante una mente amplia en la sociedad para que ésta esté dispuesta a aceptarlas. Lo accesible del mensaje es clave. Oscar Wilde escribió que la diferencia entre la literatura y el periodismo es que la literatura no la lee nadie y que el periodismo es ilegible. En América latina esto tiende a ocurrir cuando el periodismo cultural se vuelve críptico. Quizá sólo evitando esto no estaríamos abriendo la gran puerta, pero sí una pequeña -aunque fundamental- ventana para que entren vientos de cambio en la región.
Texto presentado en el panel "La importancia estratégica de los medios en América latina", en Cambridge.
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