Lo de la derecha pertenece al género humano (homo sapiens), concretamente se trata de una niña de la aldea sudanesa de Ayod... y también tiene hambre.
El tercer elemento de este instantáneo ecosistema no lo veis porque es el señor que está detrás del objetivo... y no creo que tenga hambre.
El buitre no parece muy preocupado y aguarda paciente; tiene todo el tiempo del mundo... que para la niña se reduce a unas horas. El buitre sabe que cuando un mamífero bípedo se vuelve cuadrúpedo es porque está a punto de convertirse en comida.
Tampoco la presencia del otro humano, el fotógrafo, parece inquietarle. El buitre conoce a los humanos blancos y sabe que siempre terminan marchándose, y que cuando se marchan África es para los buitres. El hombre blanco es su hermano; le proporciona alimento. Así que espera a que ese blanco se marche con su fastidioso instrumento que hace "clic" y le deje solo con la niña para hundirle el pico entre las costillas. "Hambre que espera hartura, no es hambre ninguna" que decía mi abuela.
Pero a vosotros no os interesa mi abuela, sino esta entrega sobre la fauna africana, así que pasamos al segundo elemento de la escena.
La niña. No sabemos cómo se llama, ni tampoco nos importa porque, como decían los romanos, "lo que nada es, no merece nombre" y como los romanos sabían mucho de estas cosas les tendremos que hacer caso. Así que nuestra amiga, pese a ser originariamente bípeda se ha vuelto cuadrúpeda, lo cual nos llevaría plantearnos qué extraño proceso conduce a este fenómeno antinatural. Quizás es que las niñas sudanesas, por alguna suerte de mutación, están dejando de pertenecer al género "homo sapiens". O quizás es que el género "homo sapiens" está ascendiendo en la escala evolutiva hacia el "homo indiferensis" y deja ancladas en el eslabón anterior a las niñas sudanesas. No lo sabemos. El caso es que la niña mira la tierra intuyendo que pronto va a formar parte de ella.
La distancia que separa a estos dos primeros elementos es de un metro y medio de suelo africano; o lo que es lo mismo, de 16 centavos de dólar USA, que es lo que cuesta un litro de solución de agua con glucosa, suficiente como para mantener con vida a un niño en esas condiciones un día más.
El tercer elemento de la escena, el que no se ve, sí tiene nombre. O lo tenía, al menos. Se llamaba Kevin Carter, surafricano, y fotógrafo free-lance con una trayectoria increible: trabajó para Reuter y Sygma P
(*) Esta foto, en la que un buitre está al acecho de una niña famélica en la aldea sudanesa de Ayod, fue tomada en marzo de 1993 para la agencia Reuters y, al año siguiente, se le otorgó el Premio Pulitzer. El fotógrafo que la tomó, Kevin Carter, se suicidó sólo unos meses después de haber recibido el premio... [Más]
"...Nadie en su sano juicio habría elegido ese tipo de vida. Lo peor no era arriesgar la vida, lo peor era estar inmerso en un mundo donde la vida no tenía valor. Para sobrevivir en ese mundo había que estar, día y noche, en un permanente estado de ansiedad, que sólo las drogas ayudaban a mitigar. Si se hubieran parado un segundo para reflexionar sobre lo que hacían no habrían podido continuar: había que permanecer constantemente en un estado de frenética actividad. Y no pensar. Intentar no pensar. Si Kevin Carter, y sus compañeros, no hubieran tomado esas repugnantes fotografías, habrían muerto mas personas..."
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