lunes, 26 de mayo de 2008

Boletin INREDH

Enviado: lunes, 26 de mayo de 2008 07:56:41 p.m.
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Quito - Ecuador

LO "IN": SER PLURINACIONAL SIN DEJAR LA VERTICALIDAD

El espacio de la disputa

La farándula nos acostumbra a ciertos vocablos interesantes. Hablan de lo "in" en la moda para referirse al vestuario que debe llevar alguien que desee ser valorado en aquellos grupos sociales; sin embargo, lo "in" también se ha filtrado en el lenguaje del debate político; ser políticamente correctos es estar "in" en política, y en estos tiempos, para estar de moda hay que hablar de lo plurinacional y el buen vivir.

El problema es que la plurinacionalidad no es un traje que puede ponerse un asambleísta en Montecristi, y sacárselo a la hora de definir las negociaciones que impone la "economía pragmática": no se puede hablar de plurinacionalidad y de un régimen de desarrollo encaminado al buen vivir y, al mismo tiempo, ignorar la voluntad de extensos y diversos grupos sociales ecuatorianos.

El debate sobre la plurinacionalidad, el buen vivir, la consulta previa y el consentimiento previo informado, nos ha mostrado el real escenario en el que el país intenta construir su proceso de cambio: estamos disputando un futuro.


Ecuador es un Estado en disputa. Al inicio del régimen del Presidente Rafael Correa habíamos esbozado la teoría de que el nuevo gobierno ecuatoriano constituía un espacio en disputa debido a la fragmentación ideológica al interior del Movimiento Alianza País; en ese entonces afirmábamos que esta disputa se resolvería acorde a la fuerza que lograran consolidar las diferentes visiones del movimiento que accedió al poder y que inició lo que se denominó la "revolución ciudadana".

La propuesta de revolución ciudadana tenía sus límites, pues pronto fue evidente que la disputa de poder al interior del gobierno se daría en el marco de la democracia burguesa, es decir, el proceso de reformas, significativas y bienintencionadas, no desmontarían realmente la estructura que permitió el proceso de acumulación capitalista y el propio proceso que vivió el colapsado socialismo real, los dos basados en la extracción de recursos en los países pobres. Era difícil que, por ejemplo, se incorpore operativamente visiones no occidentales de gobierno, a pesar de que a su interior se pudo contar con líderes sociales que habían teorizado y trabajado por la implementación de un Estado Plurinacional, quizá la única alternativa que puede superar los límites de la revolución ciudadana y hacer del Ecuador un Estado realmente participativo.

Los acumulados sociales de las últimas décadas, recogidas en el discurso diario del Presidente, superaron la capacidad de cambio de la revolución ciudadana y la lógica de un gobierno en disputa, aceptada como válida en un primer momento y razón por la que muchos sectores sociales decidieron incorporarse al gobierno para inclinar la balanza hacia cambios más profundos, se transformó en una lógica de lo que realmente debe ser: un Estado en disputa; es decir, en este momento no se están confrontando diferentes visiones de la revolución ciudadana, pues éstas expiran en el marco de reformas en la democracia burguesa al institucionalizar mecanismos que permitan una mayor participación ciudadana en la planificación, modernicen los sistemas de la administración pública y de justicia, mejoren la participación estatal en la explotación de recursos naturales, incrementen la inversión social como formas de redistribución de la riqueza nacional, subordinen los órganos armados al poder civil, entre otras. Estas reformas son imprescindibles y de por sí son buenas, pero este es el límite de la revolución ciudadana: es el límite del Presidente Rafael Correa.


Planteadas así las reformas no se podrá superar el modelo de desarrollo unidireccional que ha convertido al ser humano en el depredador de su propia casa; por tanto, el momento histórico que vive Ecuador nos plantea la responsabilidad de definir el carácter del Estado, no sólo como un modelo de vida de país, sino como un modelo de vida armónica de la especie humana con la naturaleza que lo acoge, y este necesario debate no se resuelve con la oposición al gobierno o con el apoyo al mismo, pues el gobierno como tal, deja de ser el espacio en disputa y se convierte en un actor de otro escenario, el actor más fuerte sí, pero, en definitiva, un actor.

Un proceso como la revolución ciudadana ya asusta a los grupos de poder político y económico, pues pone en peligro sus privilegios, de ahí su férrea y anacrónica oposición, mediatizada constantemente en los medios de comunicación; pero, irónicamente, un proceso más profundo asusta incluso al propio gobierno y a sus asambleístas; por esa razón intentan superar el debate de la plurinacionalidad aceptando sus aspectos étnicos pero protegiéndose de cualquier transformación real en la economía, en la estructura del poder y en la participación de los diversos sectores sociales: intentan proclamarse plurinacionales sin perder la lógica de la jerarquía.

Un Estado en disputa implica una ruptura más profunda, implica una masiva revisión de las estructuras y las visiones sociales, empezando por la revisión del modelo de desarrollo y, a partir de esta revisión, la generación de nuevas formas de relación de las naciones, pueblos y grupos sociales ecuatorianos; entre Estados de la región y fuera de ella; y, fundamentalmente, entre el ser humano y una naturaleza declarada como sujeto jurídico de derechos.

Algunas bases han sido ya sentadas en el proyecto de nueva constitución que se trabaja en Montecristi. Lo primero, la propuesta de régimen de desarrollo, este es el trabajo de la Mesa 7 de la Asamblea Nacional Constituyente, encargada de definirlo, y de cuya propuesta se han aprobado cuatro artículos. Algunas partes de estos artículos los analizamos a continuación.

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