miércoles, 23 de julio de 2008

Durmiendo con el enemigo

Observando el comportamiento político del matrimonio Kirchner recuerdo la frase de Haedo "el poder embriaga"

Hace algunos años un político al que tuve el gusto de conocer manifestaba este principio de que “el poder embriaga”. No entendía mucho cuál era el alcance de esta máxima, y si bien la misma "provenía de un político", el paso del tiempo me enseñó que, cualquier forma de poder… embriaga.

En los informativos argentinos podemos constatar cómo se grita la gente, sobre todo poderosos personajes. Nadie oye a nadie, las frases se superponen, todo es de un tono amenazante llevando entonces los diálogos a un límite tal, que se pensaría que el único camino que queda es el de “reto a duelo”. Pero, como esto ya no se usa las personas se gritan, sobre todo desde el poder. Pero no se pelean y hasta pueden acordar alguna fórmula de encuentro (afortunadamente). Pero se va instalando en la cultura, la creencia de que “gritá que igual luego lo arreglamos”.

Estudios sociales realizados últimamente, parecerían indicar que la distracción de los chicos, la agresividad en las escuelas, proviene generalmente de familias que se gritan y se agreden. Así de fácil.

En cada grito, agresión y reclamación fuera de tono, hay sin duda un exceso de poder. Del más fuerte. Y desde el uso del poder a acostumbrarse a usarlo, como si fuera algo común a lo cotidiano, se está muy cerca de embriagarse.

Otra forma de “poder embriagador”, es el que podemos apreciar que está presente en el gobierno de Cristina Fernández, y de su marido, el ex presidente de Argentina (¿ex?). La presidenta seguramente aspiró a colocar su impronta, en el período de gobierno en el que le tocaba gobernar. Y por más que tenga un matrimonio fenomenal, a todos los seres humanos nos gusta diferenciarnos, ser singulares. Que nos definan.

No creo que esta sea la situación que viva la señora de Kirchner, (que también grita mucho) ya que su figura está siempre expuesta a los consejos de su marido, a las convocatorias del Partido Justicialista, (en las que habla él) a sus intervenciones en decisiones y a sus declaraciones, cada vez que puede, no necesariamente facilitadotas a aproximarse a una resolución que facilite la gestión de su esposa.

Típico caso de “dormir con el enemigo”. Es una situación que proviene naturalmente de lo que es compartir los mismos objetivos, tener complicidad, para algunos temas comunes, o de beneficios mutuos, hasta llegar a la situación en que uno de los dos, pase a tener una situación relevante, más visible. Frente a una situación así, el otro, no lo permitirá.

Y no hay que ser un matrimonio para que esto suceda. Se da en todos los órdenes de la vida.

La ley del más fuerte, del que grita más, del que acosa, del que se impone como sea, del que
no quiere perder protagonismo. Del que no está dispuesto a aceptar que otra persona ocupe ahora ese lugar que una vez fue suyo, y buscará destruir, descalificar y criticar todo aquello que el otro hizo.

Y como dijera don Eduardo Víctor Haedo… “¡Si embriagará el poder!”.



Por Marta Penadés

Artículo Publicado en "Orejano 60"
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