MENSAJE DE LA 36 (Imágenes de archivo)
GOBIERNO Y SECTA MOON
"Hoy 'El Charleta' regala barcos, ayer daba submarinos"
El martes 2 de julio de 1985, el hoy fallecido legislador frenteamplista José Germán Araujo, comenzó a exponer en el Senado -en medio de una gran expectativa- una larga serie de denuncias sobre violaciones de derechos humanos cometidas en el Uruguay durante los años de la dictadura cívico militar. En la sesión del miércoles 3 el Semanario frenteamplista Las Bases publicaba las denuncias y las palabras del propio Araujo que decía que: "significaba un peligro cierto para la democracia y su consolidación, mantener a nuestro pueblo al margen de la verdad y resignarse a la impunidad de los delitos".
El lunes 22 de diciembre de 1986 en un dramático y enaltecido alegato frenteamplista y de fe en el pueblo y en su lucha, se constituyó el último discurso pronunciado por Germán Araujo en la Cámara Alta entre las 20 y 21 horas de esa noche.
Terminó con un ¡Viva la Democracia! Y se retiró del Palacio Legislativo. El diario del Partido Comunista de aquel entonces La Hora añadía que mientras tanto la noticia conmovía al país y se unía naturalmente a la sanción de la ley de impunidad que Araujo junto a toda la bancada del Frente Amplio había fustigado duramente.
Araujo había comenzado su alocución con una profesión de fe frenteamplista, oponiéndose a la ley de Seguridad del Estado que había llevado al país al despeñadero.
Ante los actos en los alrededores del Palacio Legislativo Araujo afirmó que el Frente Amplio había promovido un caceroleo y que él no había convocado desde la radio ni incitado a nadie a ir al Palacio legislativo donde se produjeron los incidentes de protesta.
Hoy en el país hay mucha gente dolorida angustiada, frustrada a consecuencia de la ley de caducidad.
Hay gente irritada sobre excitada. Si en el día anterior hubo tres peleas a golpes de puño en Diputados ¿es culpa de Araujo?, preguntaba. Y eso nada tiene que ver con lo que estaba pasando fuera del recinto. Tampoco el vaso que el diputado batllista Rijo arrojó contra Tota Quinteros.
En ese momento de manera absolutamente extemporánea el presidente Tarigo hace leer la moción de los 25 senadores colorados y blancos. La misma establece que Araujo es removido de su cargo. El proceso es sumarísimo. No hay ningún antecedente de tal conducta en el parlamento ni siquiera en los días previos al golpe de Estado de 1973.
Comentando la lectura de la moción señaló Araujo que "es evidente que se trata de un juicio no ante el Poder Judicial sino que se trata de un juicio político".
Aunque de juicio tiene poco, destacó Araujo "ya que en el momento en que estoy exponiendo mi posición se presenta una moción para removerme del cargo".
Ayer señaló Araujo sentía un natural dolor por lo que se estaba consagrando en el parlamento. Y con esta indignación que sentía como cualquier ser humano fui a la radio a expresar mi pensamiento.
Y si señores legisladores continuó, sentía dolor. Ayer cuando estaba hablando en la radio, cuando se nombraba a Gelós Bonilla, pasaron por mi mente lo relatado por un testigo presencial del tormento al que fue sometido éste edil frenteamplista de Maldonado que hoy permanece desaparecido.
Y cediendo ante los militares se incita a que vuelvan los Gavazzo y los Cordero, la próxima vez podemos tener fusilados, podemos tener ahorcados advirtió Araujo, "porque cuando las instituciones retroceden los militares pisotean".
Sin duda recurrí a imágenes que no eran las adecuadas reconoció, pero debe recordarse que en esta misma sala se me calificó de traidor, irresponsable, que dice estupideces, de senador de dudoso pasado, llanero solitario, ex dueño de una boite, escribiente de Paulós.
Decía Germán Araujo el lunes 22 de diciembre de 1986 "Yo me voy con mis principios. Y mis hijos que están afuera, están orgullosos de su padre. De mis principios ellos no dudan. ¿NO será que lo que molesta, preguntó no es el estilo de este senador sino los principios que defiende?
Pero concluyó "no me van a retirar de esta lucha por la democracia. ¡Viva mi país y viva la democracia!
Desde las primeras horas de la tarde miles de personas comenzaron a concentrarse frente a la Universidad de la República.
Allí estuvieron el presidente del Frente Amplio, General Liber Seregni, el vicepresidente José Crottogini, los dirigentes partidarios Rodney Arismendi PCU, Jaime Pérez PCU, Reinaldo Gargano PSU, Guillermo Alvarez PSU, José Díaz PSU, Nelson Alonso PGP, Luis Alberto Senatore PGP, Ramón Cabrera PCU, Carlos Cassina PGP, General Víctor Licandro, Frente Amplio, Oscar Botinelli Frente Amplio, Alberto Roselli Bases de Montevideo, Hugo Cores PVP, Martín Ponce De León IDI, Carlos Vasallo PDC, Héctor Lescano PDC, Francisco Rodríguez Camusso MPF, Wilfredo Penco MPF, General Arturo Baliñas FIDEL, Andrés Toriani Democracia Avanzada, Alba Roballo Pregón, Julio Faravelli Unión Popular, Nelson Lorenzo Unión Popular, Carlos Pita CPN, entre varios dirigentes frenteamplistas más.
Aquella era una manifestación del pueblo uruguayo contra la ley de impunidad decretada por colorados y blancos y promulgada por el presidente Sanguinetti. la noche del 22 de diciembre de 1986 el pueblo reclamaba "Verdad y Justicia" y contra la intransigencia del gobierno y expresaba su solidaridad con el senador del pueblo José Germán Araujo.
Decenas de miles de ciudadanos uruguayos desbordaron la principal avenida desde la Universidad de la República hasta el Obelisco acompañando al senador del Frente Amplio que fuera expulsado de la Cámara Alta por los dos partidos de la burguesía que votaron la ley de amnistía a militares y policías que violaron los derechos humanos durante la dictadura.
La derecha no le había perdonado a Germán Araujo su campaña de denuncias contra los terroristas de Estado y de su actuación parlamentaria quedaron documentadas las denuncias y los testimonios brindados por diferentes testigos sometidas a los más crueles tormentos por los militares y hasta por individuos que pertenecieron a los partidos de izquierda y se transformaron en colaboradores y traidores de sus propios compañeros.
Un caso denunciado recientemente por el semanario Brecha es el un individuo que perteneció al Partido Comunista Uruguayo de nombre Jorge Guldenzoph y que aparece vinculado a la desaparición de dirigentes del Partido Socialista de los Trabajadores y posiblemente a los vuelos de la muerte.
"El Charleta" como se llamaba a dicho individuo fue miembro del Partido Comunista y luego se convirtió en colaborador y torturador de la dictadura cívico militar como denunció el fallecido legislador José Germán Araujo y varias de sus víctimas.
A la salida de la dictadura Guldenzoph pasó a trabajar activamente para la secta Moon. Fue Secretario General de la Federación para salvar la Nueva Nación y del Movimiento Pro Verdaderas familias dos organismos de corte religioso dentro de la secta. También presidió CAUSA un movimiento político de corte antimarxista considerado el ala política de la organización del Reverendo Moon. Hoy es editorialista del diario Últimas Noticias propiedad de Moon.
La Iglesia de la Unificación reconocida como la Secta Moon donó recientemente a la Presidencia de la República un barco. El Presidente Tabaré Vázquez dispuso que la embarcación sea incorporada al dominio del Estado Uruguayo.
En las fotos difundidas por el Servicio de Prensa y Difusión de la Presidencia (que adjuntamos) puede verse al presidente Vázquez rodeado de varios representantes de la Fundación, uno de ellos es el "Charleta" Guldenzoph ex comunista y reconocido antimarxista y miembro de diferentes organizaciones civiles y religiosas de la Secta Moon.
Muchos de los que nombramos ya no están, y el Frente Amplio prosigue su camino de crecimiento de pragmático desmemoriado.
Es por esta razón que hoy transcribimos las denuncias de Germán y los testimonios de algunas de las víctimas del Charleta Guldenzoph para que los más jóvenes tomen conciencia de lo que estamos hablando y los más viejos por lo menos nos sonrojemos al pensar como se removerán en sus tumbas aquellos viejos luchadores que dieron su vida, fueron expulsados del Parlamento, por denunciar al "Charleta" que hoy es todo un señor y hasta regala barcos al gobierno progresista.
Decía el 2 de julio de 1985 en el Parlamento el senador José Germán Araujo lo siguiente:
Como hemos comprobado, este testigo, al igual que otros, identifica sin dudar a Ruben Broncini, alias "Cacho"; también hacen lo propio con el Inspector Víctor Castiglioni, hoy asesor del Ministerio del Interior, esto es así: asesor del Ministerio del Interior y a Jorge Guldenzoph, alias "El Charleta" un hombre que habiendo pertenecido a la Juventud Comunista se transformó en torturador y hoy es uno de los voceros más importantes de la Secta Moon en nuestro país.
Araujo: Señor Presidente: tengo conocimiento de que varios señores senadores han asumido un compromiso en la noche de hoy. Por ello, y porque además nos hemos fijado un objetivo preciso con esta exposición, queremos dejar de lado cualquier referencia política. Tampoco deseamos polemizar sobre otras materias sino referirnos exclusivamente a estas denuncias. Como estamos aportando elementos a la Justicia en la que confiamos queremos rogar a los señores senadores que, de ser posible, no nos soliciten interrupciones para referirse a temas políticos que con mucho gusto podremos debatir en otro momento. Volviendo al tema en cuestión, cuando se nos solicitó una interrupción estábamos mencionando a las personas que habían sido reconocidas por el señor Alsina, uno de los torturados en la dependencia ubicada en las calles Maldonado y Paraguay. Naturalmente, había reconocido a Broncini y al señor Guldenzoph, uno de los voceros más importantes de la Secta Moon en nuestro país; asimismo, reconoció a Walter Pignataro, alias "El 054", que era el jefe de los torturadores; a Boris Torres, amigo directo de Broncini que según manifestaciones de este último, fue uno de los oficiales que participaron en el secuestro de Elena Quinteros. También reconoció al comisario Benítez, alias "El 050", jefe del Departamento, identificado por cientos de personas como autor y director de innumerables torturas.
Este testigo, además, afirma que podrá reconocer, sin llegar a equivocarse, a una persona conocida como "El ratón"; a quien utilizaba el seudónimo de "El Capitán" y a muchas otras personas, siempre y cuando fuesen puestos en su presencia. En tal sentido, solicitaremos al señor Ministro del Interior se sirva enviar a la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados las fotografías de todas las personas que hemos denunciado, así como de todos los integrantes de esos cuerpos represores. Vamos a aportar otros testimonios. Precisamente, el que vamos a leer a continuación es un poco extenso. Pido disculpas al Cuerpo por ello, pero se trata de un testimonio sumamente valioso porque proviene de un hombre conocido por muchos, un inocente que debió enfrentar a la justicia militar. Además, durante todo este tiempo representó al Frente Amplio en la CONAPRO. Me refiero al señor Gonzalo Carámbula, periodista, candidato a diputado y hoy suplente de uno de los miembros titulares. Dice así:
"Cuando fui detenido, estaba almorzando en una parrillada céntrica, en el mostrador, en marzo de 1976.
Dos agentes vestidos de particular, se apersonaron, preguntaron mi nombre y me obligaron a dejar lo poco que quedaba de un churrasco con papas fritas. Minutos después, en las dependencias de inteligencia y Enlace, Departamento 5 al mando del Comisario Benítez, pretendieron sin éxito que comiera lo que acababa de vomitar, aquel almuerzo interrumpido. El operativo comenzó con golpes desde que me subieron a la camioneta y me taparon -encapucharon- con un campera. Eran unos cinco agentes conducidos por un tal Pressa que a la vez de llevarme se cercioraron de que era el denunciado por alguien que estaba en la acera. Al llegar al edificio de las calles Maldonado y Paraguay, la brutalidad arreció al tiempo que cambiaban la campera por una capucha de verdad (bota de tela azul, de las que se usan para ingresar al quirófano).
Es prácticamente imposible relatar etapas o detalles de la tortura en orden cronológico. Todo se sucede, se mezcla vertiginosamente: los golpes, las esposas, el traslado incesante, el interrogatorio, los gritos de los torturadores y de los torturados. Queda el martilleo de la pregunta que no se responde, para vencer.
En mi caso: ¿Dónde vivís? ¿Domicilio? Quedan fragmentos de las sesiones de torturas. Estuve colgado, desnudo, tomado con cuerdas desde las muñecas envueltas en trapos para evitar huellas futuras. (De todas formas, luego de nueve años, algo se nota en mi mano derecha). Cada tanto venían como a jugar con mi cuerpo, columpio de carne que mecían pesadamente con piñazos, insultos, patadas y preguntas. Para mí había pasado mucho cuando alguien comenzó a acercar pedregullo, o piedritas muy pequeñas, a las puntas de mis pies colgantes.
Desesperadamente, creyendo que era una gentileza de los que hacen el papel de 'buenos', intenté armar a punta de pie un montoncito para apoyarme en algo y reducir el estiramiento, dolor de hombros. Con risa delincuente de serial televisiva, quien acercaba las piedras me advirtió: 'Ahora cuando te moje' -empezó a echar agua- 'la piel se te ablandará y las que ahora juntas se te meterán hasta el c... También en este triste campo, la imaginación no tiene límite. En algún momento me llevaron al submarino del subsuelo o de la planta baja. Consistía en lo que ya todos sabemos. Me ataron boca abajo sobre una tabla que permitía dejar la cabeza colgado. Al levantar el extremo posterior, en el que tenía atados los tobillos, la cabeza se sumergía en un tacho con agua". Despés de esto, agrega un signo de interrogación y continúa: "Participaban de la sesión unas cuatro o cinco personal a juzgar por las voces y el manipuleo de la tabla.
Quizás sorprenda que comente que no me resultaba tan dramático tragar agua hasta pensar en morir, como cuando me sacaban la cabeza pero no me dejaban respirar inmediatamente, presionando la capucha. Recuerdo especialmente que me amenazaban continuamente con 'lo de Balbi', joven militante comunista muerto en torturas en aquellos días. La insistencia con 'lo de Balbi' era mayor cuando estaba en el submarino. La furia aumentaba en los interrogadores en la misma proporción en que uno ganaba la paz de sentirse, vaya paradoja, más fuerte y más digno. La cabeza se permite volar, despegar de la situación concreta del dolor. Hablaba de la furia. 'Me encontré en el medio de lo que después supe era la cocina del tercer piso. Por supuesto, seguía encapuchado y desnudo. De pronto entraron riéndose y comentando cuestiones de fútbol. Comenzó la paliza, luego la picana. Ya casi no me preguntaban nada. Reían. La electricidad me hacía contornear, girar, mover como una 'gallina loca' al decir de un torturador.
También allí tiraron agua. Descalzo y desnudo tocaban con la picana el charco y mi cuerpo y todo era igual. Me caía, daba vueltas, me paraba, volvía a caer en medio de sus risas. Se terminó. Quedé allí parado. (Hubo también en esa pieza un submarino sui generis, en el fogón de la cocina). ¿Cuánto había transcurrido? ¿Qué vendría ahora? Creo que todos nos hicimos estas preguntas en esas pausas. Entró entonces un personaje que me pareció más bajo y que tenía la voz de aquel Pressa. Tocándome el hombro, dijo: 'Conmigo cantaron varios pesados con cruces encima. Vos que están pa' la ideológica no me vas a joder'. No sentí en las otras formas del castigo, la seña de aquel instante, quizás fuera la inhumanidad directa. Que una persona sola, sin estímulos de público, sin el resguardo y el incentivo bestial del grupo de torturadores, sin estar drogado o borracho, pegara patadas y puñetazos en otra persona apenas vestida con la capucha y las esposas que aferraban las manos a la espalda. Fue sin duda de mis peores experiencias, es mi peor recuerdo. Todavía tengo presente el final de este capítulo; estaba en el suelo cuando me taconeó en la espalda diciendo, con tono de reproche, '¡me hiciste sudar!".
De todo esto está informando a la Justicia uruguaya el señor Gonzalo Carámbula.
"Pocas cosas más memorizo. Me llevaron a un baño y me ataron al caño de la ducha. Siempre tomándome las muñecas pero esta vez puestas a la espalda y estando yo en pie. Nunca olvidaré la desesperación que tenía por tomar algo. Hubo quienes se bañaron cerca mío. Cuando se fueron, lamí las paredes humedecidas por el vapor. Tenía, en ese momento, pantalones. Reclamé en vano permiso para orinar pero tuve que hacerlo encima. Pretender denigrar a veces así, sencillamente, o a veces más groseramente, como cuando me pegaron con un tablón en el pecho y en la boca haciéndome saltar los dientes. No viene al caso explicar el por qué de un intento de autoevasión que ensayé. Las razones quizás estén en la situación que he venido contando, pero mucho tiene que ver esa voluntad ilimitada por alcanzar la libertad, allí individual; por vencer la cárcel injusta, como lo hizo el pueblo, usando todas las armas que la iniciativa crea. Lo mío fue algo parecido a lo que intentaría Elena Quinteros unos meses después. He dicho que el interrogatorio concentraba baterías en el '¿Dónde vivís? ¿Qué domicilio tenés? ¿Con quién vivís? digo ahora que compartía entonces un apartamento con un compañero requerido por el delito de pensar distinto.
La policía, que no concebía mi intransigencia como un valor ético primero y menos como una forma más de lucha, se exacerbaba y descerrajaba más ferocidad. Para aliviar un poco la carga dije que había pasado las noches sin domicilio fijo, con la esposa de un poderoso industrial vinculado al gobierno y que no podía dar el nombre sin provocar un verdadero escándalo. Evidentemente, o no soy un buen artista o no les importaba si se involucraba a un personero de la dictadura. Lo cierto es que la bestialidad seguía en ascenso... Sin embargo, esa excusa me sirvió para hilvanar una 'leyenda'. Dije que estaba dispuesto a denunciar el domicilio de la supuesta mujer, en tanto me llevaran a la terminal en Carrasco del '104'.
Ocurrencia que me vino a la cabeza porque unos días antes de ser detenido me habían comentado que de allí para adentro estaba la casa del Embajador de México. La satisfacción de los torturadores no demoró en notarse, luego de estar dos días colgado, de los golpes, de los submarinos y la picana, vino una silla. Obviamente, se mantuvo la capucha, las esposas y los pantalones orinados. En aquella madrugada para mí sin clima, cuando se dispusieron a salir de 'caza de bolches' como ellos decían, me condujeron hasta la terminal.
Me liberaron de la capucha y las esposas como lo requerí. Descendimos y comenzamos a caminar para 'marcar' la casa de quien -imaginariamente- me había 'enterrado'. Cuando caminaba flanqueado delante por dos agentes y detrás por tres, temblaba en mi la idea de la libertad. Buscaba ansiosamente la casa que tuviera las características que me habían reseñado (jardín al frente, dos pisos, verja) y buscaba el escudo de la República de México. Cuando estuve frente a una residencia que se me antojó con tales señales, me zambullí por sobre un portón al grito desesperado de '¡Embajador, embajador' ".
Todo este relato de Carámbula, señor Presidente -tanto a él, como a mí, como seguramente al resto de los señores senadores- nos hace imaginar con más claridad todo lo que pudo haber pasado por la cabeza de Elena Quinteros aquel día de junio de 1976.
Continúa diciendo Gonzalo Carámbula:
"Los agentes quedaron paralizados durante unos segundos, pero ya cuando alcancé la escalera exterior de una casa que nada tenía que ver con México, sentí a mi costado, en la pared, el impacto de un balazo. Inmediatamente, como si hubieran llegado con esa bala, todas las manos y puños que antes sentí en la tortura otra vez sobre mí, en frenesí más intenso y cuando mi esperanza quedaba aferrada a un pestillo arrancado de una puerta que no se abrió. Es poco lo que recuerdo de los días inmediatos posteriores. Algunas escenas como cuando estaba en un piso, boca abajo, y me dieron un inyectable.
Recuerdo que grité, o me pareció gritar, que no cantaría y que tampoco lo haría con pentotal y me contestaron que se trataba de un calmante. Recuerdo otro episodio, uno que para mí es algo especial. Estaba de plantón cuando se puso delante de mí un funcionario y me dijo:
"Así que no se te puede pegar, he'. A Gonzalo Carámbula le habían puesto un cartelito en la espalda que decía: "Prohibido tocar; está roto". Pensó unos minutos y comenzó a tocarme simplemente con la punta de sus dedos. Me parecía aquello una nueva golpiza porque mi cuerpo estaba hincado y amoratado. La "pera podrida" me llamaban los propios torturadores. Pero no satisfecho, volvió a las preguntas del principio: "¿dónde vivís?, y con comentarios de mi intento de fuga.
Esta vez me pateaba, despaciosamente pero me pateaba; me pateaba los pies hasta que me hizo salta las uñas de los dedos grandes. Sobre estos extremos pueden atestiguar familiares y amigos que me vieron a los cincuenta días, cuando el Juez militar de 3er. Turno no halló causa para abrir un expediente y el de 5º Turno tomó mi testimonio para incorporarlo a un expediente sobre la Universidad". Hasta la Justicia Militar, tuvo que reconocer la inocencia de Gonzalo Carámbula; y a inocente, a todos los inocentes de todos estos años, les han hecho este tipo de cosas. También pude constatar la presencia en todo ese período de Jorge Gundelzoph" el de la secta Moon "a quien también conocía de antes.
Recuerdo particularmente que discutía con otros oficiales y les insistía sobre la necesidad de dotar a los jóvenes de Secundaria de una ideología, que no bastaba con perseguir a los comunistas. Según información posterior que pude obtener, esta persona que creo fue la que corroboró mi identidad desde la acera, según conté al principio, participó en el Congreso que realiza la Secta Moon en el pasado mes de marzo de 1984.
Por último, quiero señalar por la importancia que pueda tener para el esclarecimiento del caso Quinteros, que cuando estuve detenido en las circunstancias relatadas, conversé en más de una oportunidad con el agente apodado el "Cacho", a quién podría reconocer y estoy dispuesto a reconocerlo ante la Justicia. Esta persona, que trabajaba entonces según sus dichos como mozo del "Bar Hispano", denotaba su deformación cuando comentaba con naturalidad, sin tener noción de que hablaba de una vida, que si él hubiera estado el día de mi tentativa de autoevasión, hubiera acertado en el tiro. "El que te tiró era un aprendiz, yo te hubiera dado en el medio del lomo".
"En fin, Germán" termina diciendo Carámbula "hasta aquí mi relato".
No voy a continuar con él, señor Presidente, pero pienso que a todos nos ilustra sobre el terror de este pasado y, además, brinda los elementos suficientes como para que, al recibir estos aportes, se pueda establecer la justicia definitiva que todos queremos. Los testimonios son múltiples, señor Presidente y, los señores senadores sabrán disculparme, porque aquí tengo otro, el de una mujer; ella también menciona a Jorge Gundelzoph, el del hotel cinco estrellas, el "Moonie Converso". Este relato es de la señora Ofelia Fernández y ella misma cuando nos entregó este testimonio nos dijo: "Es como para titularlo 'Viaje al horror' ".
Dice así:
"¡Vos sos masoquista? Decí, ¿te gusta que te destrocen, que te golpeen, que te maten? ¿Por qué no hablás? Y súbitamente, entre golpes y desaforados aullidos, caía y comenzaban las habituales 'orgías' de los señores. Eramos una multitud maniatados con alambre, imposibilitados de ver absolutamente nada, con hambre y con sed enloquecedoras, sumergidos en el vaho maloliente que procede del sudor, de la sangre, de las heces y la orina derramadas, y en medio del vértigo, la alucinación del terror y el dolor. El telón de fondo: el gemido doloroso y el grito desgarrador de muchos, acompasados al insulto procaz, la amenaza y la estridencia del castigador. La noche y el día eran iguales.
Las 24 horas del día era iguales. Los días eran eternos, siempre esperando el fin para luego comenzar otra vez a enfrentarnos con la muerte, con el dolor insoportable, con la violencia y la denigración. Todos los días nos esperaba una 'sesión'. Había que esperar que llegara 'el Chacho' y luego estaba todo listo. Al principio y después de días y días de plantones, de hambre y de sed, casi sin poder mantenernos en pie me corrían desnuda y aherrojada abrazándome entre muchos 'hombres valientes' picana en mano, o tirándome puchos encendidos en el piso. El jueguito se llamaba 'el gallito ciego' y a veces 'el muñeco de goma'. Luego, completamente extenuada iba a 'el tacho'. Atada, boca abajo a la tabla, me surmergían en un agua hedionda hasta que luego de reiterar el episodio muchas veces perdía el conocimiento y me reencontraba conmigo misma algún tiempo después. Tiempo que era inmensurable, sin una clara sucesión de los hechos, como no fuera una nebulosa de estrépito, de insultos soeces, de diversas formas de amenaza para ser colocada en situaciones peores aún; allí -todo esto era llamado 'de inteligencia'- había radios que luego de estar semanas y semanas prendidas a todo volumen, se fundía explotando: una nebulosa de presencias humanas o antihumanas que me era dado reconocer por las voces y luego del primer mes, también, por los pasos o por la nueva presencia que significaba el clima de manera indescriptible; una nebulosa de horror alucinante, donde la violencia misma aún no había completado su obra y el final no asomaba en el horizonte; una nebulosa de estar en viaje hacia la muerte y el horror; íbamos arañando retacitos de vida, a pesar de la agonía casi total de los sentidos, cuando comprobábamos que el terco corazón seguía latiendo y que al lado latían corazones hermanos, aunque desconocidos. Entre 'sesión' y 'sesión' una obsesión: descansar, reponerse. Y esta también era contestada siempre impidiendo el sueño a puntapiés, a trompadas, a golpes de 'karate' y con el fondo permanente del gemido masivo del dolor. Una vez por semana había 'cacería'.
Los cazadores se preparaban durante horas, en grandes comilonas con ríos de alcohol, que organizaban a nuestro lado, siempre en medio de aquel ruido aturdido, dentro del cual había que gritarse en el oído para oírse, para posteriormente salir en busca de sus presas de caza, luego de las 11 de la noche. Alrededor de las 2 de la mañana comenzaban a volver. Desde la llegada, tres plantas más abajo, comenzábamos a tener idea de los sucesos: golpes, gritos; una verdadera masacre; temblaban las paredes, cuerpos que caían encima del nuestro, porque el espacio resultaba reducido para aquella muchedumbre. Los perros de caza ya traían a sus víctimas totalmente maltrechas. En medio de aquel espanto generalizado y estridente siempre estaba presente el mismo espanto particular, llegar a reconocer allí voces, respiraciones, aullidos de los 'de uno', de los que nos mantenía aferrados a la vida, de los hijos, de los padres, de los amigos".
Esta mujer, señor Presidente, como el anterior, como otros, como miles, jamás cometieron delito alguno.
Una joven mujer estudiante de medicina, a punto de recibirse, es sometida a esas torturas y a ese infierno. Nos preguntamos si esto es consecuencia de un exceso en un enfrentamiento bélico, como se ha dicho. ¿Debe quedar impune todo esto? El siguiente es el relato de un médico, el doctor Alberto Grille, que cayó junto a Ofelia Fernández. Vamos a leerlo. Prestemos atención:
"Hacia días que estaba de pie, encapuchado y cada vez más desorientado. No sabía lo que había alrededor; quería caminar y al mover ligeramente los pies, tropezaba con cuerpos que descanaban pesadamente en el suelo. Sentía mi cuerpo hinchado; pensaba que los golpes me habrían provocado grandes hematomas; me sangraba la boca y tenía un dolor lacerante por la rotura de los dientes caninos. El gusto dulzón de la sangre me satisfacía y me humedecía la boca.
No había ingerido ningún alimento, ni tomado líquido alguno desde mi detención. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que vi a Alba y a los gurises por última vez? ¿Doce horas, un día acaso, dos...?", se preguntaba Alberto Grille.
"Un grito desesperado me sacó de mis pensamientos: las amenazas con los verdes, el sonido de la radio estridente, el olor de los chorizos a la plancha que me revolvía el estómago, me acercaron a la dramática y cruel realidad. Una compañera me alcanzó una galletita, y por primera vez tuve conciencia de que tenía hambre. Había pasado mucho tiempo. ¡Estaba tan confuso! Rememoraba las horas pasadas: los golpes, el submarino, el dolor terrible del primer diente roto, los gritos desesperados de Ofelia y su resistencia invencible, la cara amoratada de Roberto, el llanto del bebe de Kaliopi, el rostro sonriente del 'Charleta' Guldenzoph. Comenzaba a soñar despierto; mi casa, Alba, los chiquilines, los uniformados que sacaban los colchones a la calle, se aglomeraban los vecinos, protestaban, acumulaban los libros en una gran hoguera. De pronto, un golpe, otro; con un palo me golpeaban los genitales; me ajustan los brazos a la espalda, me golpean la cara contra la pared. ¿Cuándo y de dónde viene el próximo golpe? Trato de esquivarlos sin éxito: uno, dos, tres, veinte, treinta puñetazos.
Empiezo a familiarizarme con las voces de los torturadores. Conozco al 'Charleta', a Pressa, al 'Oreja', al que también llaman 'Negro Rubio'. ¿Cómo será la cara de Boris Torres? ¿Qué altura tendrá? Uno me alcanza agua; un sorbito en un recipiente de boca muy fina; pienso que eso no puede ser un vaso, es una botella... sólo un poquito. Pasé la noche de plantón; sentí la voz de Pressa y del 'Capitán' Guldenzoph mientras interrogan a Ofelia. Ofelia grita, llora; implora por su madre que hace más de un año que falleció. Creo que estoy dormido de pie. Los sueños son más hermosos que la realidad: los sueños de los presos siempre son más bellos que la realidad. Despierto con un resplandor y la voz de un fajinero que ordena levantar los colchones para baldear.
Me siento descansado, algo más lúcido, aunque con el cuerpo y los pies muy inflamados. Me duele la boca y los brazos; casi no los siento. Comienzan a llegar los tiras. Uno me agarra la camisa y me empuja; me caigo y me patea; me llevan en un ascensor a un lugar oscuro. ¡Dios mío! Estoy en el sótano de la calle Maldonado; todo está oscuro; tropiezo con escombros y arena; no veo nada; tengo miedo; ¡ahora sí tengo miedo! estoy solo; ni siquiera la compañía de los compañeros encapuchados, los compañeros de infortunio. Me acercan a un pileta o a una bañera. No veo nada; hay una gran oscuridad y mucha humedad. Percibo las voces de un grupo de personas entre los que se destacan inconfundibles el 'Charleta' y Presa. Desde la pileta y me lo dice. Me quitan la ropa y me acuestan boca abajo sobre una chapa de metal. Me amarran a ella y la chapa comienza a bascular. Me introducen una y otra vez en el agua podrida. Cuando me dejan sacar la cabeza tiran de la capucha y trago toda el agua contenida en ella. ¿Cuándo terminará todo esto? ¿Y sí me ahogara? Recuerdo a mis hijos, a los compañeros, a mi esposa. ¡Tengo que resistir!
De repente fue como si me atropellara una locomotora. '¿Te gusta la electricidad?' me dice un tira. ¡Ahora sí parece irresistible! El agua; la patada de cien voltios; el manoseo de los tiras; el bascular de la chapa que parece colgar de una roldana; el deseo de salir de semejante lugar horroroso. ¡Ya no puedo más! ¡Me parece que no tengo más fuerza para respirar! Despierto sentado en el piso de arriba. Ahora hay un poco de sol y me entero de que Ignacio Lezama está de plantón al costado mío. Le digo que esté tranquilo que yo no dije nada. Ignacio estaba tranquilo y eso me reconfortaba. Comienzan de nuevo los sueños y oigo la Cadena de las Fuerzas Conjuntas del 9 de febrero de aquel año. Este infierno recién lleva 48 horas".
Este es el relato del doctor Alberto Grille, quien también nos habla de Jorge Guldenzoph. A este señor habrán de reconocerlo, seguramente, cientos y cientos de torturados. No sólo fue uno de los más activos torturadores, sino que además se sintió siempre muy seguro -con gran respaldo- y disfrutaba con quitar capuchas por unos segundos para que alguien lo reconociera.
A este señor, últimamente, se lo ha podido ver en el Canal 1 de la radio-televisión francesa. Tenemos aquí el video tape. Es que ahora, el señor Guldenzoph, a más de ser un sádico-torturador de la policía uruguaya, es uno de los más calificados voceros de la Secta Moon en Montevideo, tal como lo hemos dicho.
Aquí está el video-tape del programa que la Radio Televisión emitió sobre la Secta Moon y su organización en nuestro país, y aquí están las declaraciones de su vocero, el señor Guldenzoph. Este hombre aceptó, además, formar parte del cuerpo militar de la Secta Moon.
Todo un personaje de la seguridad nacional. Naturalmente, todo esto debe ir a manos de la Justicia, para que actúe. El testigo habla también de otro personaje al que reconoce sin duda alguna. Su apellido es Pressa y es reconocido por cientos y cientos de ciudadanos que tuvieron la desgracia de desfilar por Maldonado y Paraguay.
Tengo entendido que este señor Pressa ya no integraría los cuadros policiales. Se me ha informado que el mismo habría sido dado de baja por la comisión de otros varios delitos.
Hay algo, señor Presidente, que ha sido un hábito en el señor Pressa durante estos años: a más de torturador, ha recurrido muchas veces a la violación, una de las prácticas más brutales y perversas de todo este tiempo. ¿Cuántas mujeres fueron violadas por estos "protectores de la Seguridad Nacional"?
Es imposible saberlo; pero sabemos, sí, que este sujeto -el señor Pressa fue uno de ellos y sobre él han de caer, con seguridad, una larga serie de dramáticos testimonios. Tenemos uno aquí que no se refiere en particular a este depravado, sino a otros, porque fueron muchos. Esto ocurrió hace muy poco en Maldonado y Paraguay. Se trata de un episodio que seguramente todos recordamos, dado que en esos momentos el avance de nuestro pueblo había alcanzado cierto grado de información. Veamos de qué manera informaba, por aquella época, el semanario "Búsqueda", acerca de los hechos de junio de 1983, cuando un grupo de chiquilines cayeron presos en Maldonado y Paraguay y de qué forma interpretaba esos hechos el entonces Jefe de Policía, Coronel Washington Varela, hoy al frente de los servicios de Inteligencia. Según el semanario "Búsqueda", el comunicado de la Jefatura de Policía de Montevideo, se expresaba en estos términos:
"La Dirección de Información e Inteligencia de la Jefatura de Montevideo informó del procesamiento por parte de la justicia militar de ocho miembros del grupo cuyas edades oscilan entre los 23 y 28 años.
El Jefe de Policía, Coronel Washington Varela, dijo que además de los procesados otros miembros del grupo habían sido detenidos y sometidos a disposición de la Justicia competente. El caso -según el semanario "Búsqueda" "fue objeto de preocupación en los cuadros dirigentes de los tres partidos políticos habilitados y del Servicio de Paz y Justicia". Y esto es algo que todos podemos confirmar. "Según pudo saberse los procedimientos policiales se iniciaron el 3 de junio, al parecer con el propósito de desbaratar una manifestación que estaba programada para el pasado lunes al cumplirse el décimo aniversario de la disolución del Parlamento y de la suspensión de actividades políticas y sindicales en el país." Habían llevado presos a un montón de jóvenes de este país. Entonces, ¿de qué se les acusa?
De una volanteada y de estar preparando una manifestación. ¿Para qué hacían esto? Para reclamar la reapertura del Parlamento. Ese es el delito que sin ningún problema reconoce el señor Jefe de Policía de la época y que provocó que llevaran presos a esos jóvenes. A continuación voy a relatar lo que le sucedió a una de estas jóvenes detenidas. Esa joven está aquí, en la Barra, con su esposo. A ella nuestro pueblo tiene que agradecerle que tenga la valentía de denunciar una situación como ésta. No lo hace ni por venganza ni por revancha. Sólo quiere evitar que a sus hijos en el futuro, les pueda pasar lo mismo y si estas "bestias" permanecer libres, estos hechos pueden volver a repetirse. Esta joven dice:
Fui detenida el 10 de junio de 1983, en mi domicilio" -nos aporta el domicilio- "en el que vivíamos mi compañero" -también aporte el nombre de su compañero- "y yo. Yo tenía 21 años".
El Coronel Varela se equivocó; había jóvenes de menos edad. "Eran las 8 horas y yo estaba sola; mi compañero estaba trabajando. Tocaron timbre y al abrir había dos tipos que después de entrar empujándome e identificándose como policías: uno de ellos un tal 'Alias Rodrigo' -después daré más detalles sobre él- "y el otro recuerdo su cara pero no tengo datos. Inmediatamente empiezan a revolver todo con bastante violencia. Al encontrar material me piden explicaciones y me dicen que me van a llevar con ellos. Pido para avisar a mi familia y me dicen que ellos lo van a hacer. Soy llevada en una camioneta de la policía a Maldonado y Paraguay, 2º piso. Allí me llevan a un escritorio casi a la entrada y veo a otro tipo 'Alias el Comisario' ", seguramente Benítez, "que nuevamente me pide explicaciones. Esto dura como media hora. Me llevan a otro escritorio con una bufanda como venda, donde me quitan la cartera con todo lo que tenía adentro, me revisan los bolsillos, etcétera. Allí pude ver que estaban cuatro personas paradas encapuchadas entre las que distingo a Silvia Sena. La persona que me revisó era una mujer 'Alias Berta'. Luego me llevaron a otro escritorio donde varios tipos a la vez me preguntaron sobre mi compañero y los materiales. Luego me dejaron allí y trajeron a Laura Araújo y nos dejaron a las dos solas, sentadas y sin capucha, lo que me provocó una sensación de gran desconfianza.
Estuvimos allí hasta la noche. Vino un tipo y me dio un colchón, frazada y un buzo que mandaban mis suegros a mi compañero, 'porque él no lo iba a necesitar' y nos llevan a las dos junto a otros compañeros -recuerdo sólo a Enrique Rodríguez en una camioneta azul a los calabozos de Jefatura.
De madrugada, un tal 'Alexis' me saca del calabozo y me lleva por segunda vez a Maldonado. Allí me llevan al escritorio del día anterior y 'el Comisario' me dice que hable. Ahí mismo me encapuchan. Me sacan los cordones de los zapatos y me empujan de un lado a otro para marearme. Termino en un lugar creo que el fondo del 2º piso-.
Allí comienzan a interrogarme, me desnudan y me cuelgan las muñecas, brazos hacia atrás. Estando así me manosean y lastiman los pezones. Me hacen submarino con agua y luego con capucha de nylon o algo así. Estando colgada y agarrada por 2 o 3 tipos me violan por el ano y la vagina, primero con un palo y luego un de ellos, produciéndome lastimaduras y pequeñas hemorragias en el intestino, que me duran como 10 días.
Estando colgada me aplican picana en todo el cuerpo. Esto dura hasta el lunes de noche -13 de junio de 1983 que me llevan al escritorio en donde me hacen preguntas. Esa noche duermo algo. Lo del tiempo es relativo ya que lo mido por las comidas que me llegan y alguna ida al baño en donde hay una ventana. A partir de aquí sólo tengo contacto con 'Rodrigo', 'Alexis' y 'el Jefe' y guardia policial femenina. Además de un médico que me toma el pulso y me ausculta el mismo 13 de junio. Me dejan todo el día en un cuarto y me hacen escuchar la tortura o grabación de la tortura de mi compañero.
Esto se repite al otro día por un rato. Ese día o al otro me ofrecen un te, que tomo e inmediatamente empiezo a no controlar mi cuerpo y siento como una borrachera pero a su vez conservo una lucidez impresionante. Yo creo que fue alguna droga. Estoy incomunicada hasta el día 28 de junio. En todo este tiempo me llevan y me traen a Jefatura, donde paso unas horas y luego vuelta a Maldonado con vuelta a interrogatorio y presión psicológica". Este es el testimonio de una joven valiente, uruguaya, demócrata, luchadora, que busca y exige de nosotros que contribuyamos a la Justicia.
Sobre ese alias 'Rodrigo', ella dice más adelante que trabaja en Inteligencia desde hace diez años y que estando en el penal nos llega un diario 'Ultimas Noticias' del 26 de abril de 1984, página 23, en el que aparece su foto y su nombre: José Antonio Puppo, el cual es reconocido separadamente por Virginia Michoelson, Paula Laborde y yo. Supuesto domicilio Miguelete 1261". Nosotros hemos tenido en nuestras manos esa foto donde estaba el señor Puppo con su esposa. Todo esto parece increíble, señor Presidente, pero sucedió en nuestro país. Y no sólo a esta joven señora. ¿Podemos olvidar todo esto?"
LA POLÍTICA PROGRESISTA EN DIRECCIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS, ES SOBRE TODO DE COMPLACENCIA Y COLABORACIÓN.
LO DEMUESTRA LA VOLUNTAD DE PARTICIPAR EN LAS MISIONES DE OCUPACIÓN EN HAITÍ.
EN LA ACEPTACIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN DE UNA POLICLINICA EN SANTA CATALINA CON DINERO DEL COMANDO SUR DE LOS ESTADOS UNIDOS.
EN RECURRIR RECIENTEMENTE A UN DECRETO DE LA DICTADURA NÚMERO 574/974 DEL 12 DE JULIO DE 1974 EN PLENA DICTADURA, PARA LA CUSTODIA POR PARTE DEL EJÉRCITO DE LA PLANTA DE BOTNIA.
ADEMÁS DE LA CONSTRUCCIÓN DE UNA CÁRCEL DENTRO DE UN CUARTEL PARA RECLUCIÓN DE VARIOS MILITARES.
A QUIENES SE LES RETIENE DESPUÉS DE HABER SIDO SOLICITADOS POR LA JUSTICIA ARGENTINA POR VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS.
EL GOBIERNO PROGRESISTA NO DEPURÓ A LAS FUERZAS CONJUNTAS.
VARIOS ACUSADOS DE VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS HAN SIDO DENUNCIADOS OPORTUNAMENTE SIN QUE EL GOBIERNO ACCEDA A LOS REQUERIMIENTOS DE INVESTIGACIÓN DE LOS HECHOS SUCEDIDOS EN EL PASADO.
¡QUÉ LE VAS A HACER GERMÁN!, ASÍ ESTÁN LAS COSAS.
¡POR AHORA!
DI NO A LA IMPUNIDAD LAUDADA
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