La única verdad Es la ley de evolución. Todo se transforma. Todo nace y renace. Hace menos de 9 meses nadie imaginaba el tiempo que estamos viviendo. Unos días después comenzaba nuestra crisis del campo, imprevista por los propios protagonistas y por quienes solo pudimos observarla. Mientras tanto –en aquellos días- el mundo vivía una suerte de silencio de radio… No pasaba nada grosso casi en ningún lado. Tampoco el Banco Central de algún estado(s) desarrollado(s) inyectaba fondos para estabilizar el mercado. Así fue el primer semestre. En este segundo las cantidades que se manejan no alcanzan a comprenderse por la cantidad de ceros que se ubican a la derecha del primer número… hablamos de billones, trillones, cuatrillones, 12 ceros, 15, 18, 24… etc. ¿De que estamos hablando… de granos en la arena de la playa, de glóbulos blancos y hematíes? A partir de entonces, vivimos en la imprevisibilidad… Nadie sabe que pasará la semana que viene. Casi en ningún lugar. ¿De que tamaño tiene que ser el aporte de todos los bancos centrales… para encaminar la economía… mientras se complica el trabajo, los flujos comerciales y la inestabilidad monetaria se esparcen? ¿Cuánto dinero hace falta al "mercado" que aún no se calma? ¿Estamos hablando solo de valores? Si… valor. ¿Que vale qué? ¿Cuánto vale… la vida? ¿Por qué cuesta tanto bien vivir? ¿Es que solo es necesario… dinero? ¿Hay algo más? ¿Y con la salud emocional y síquica, como estamos? ¿Cuánto influyen las mentiras? ¿La vergüenza pesa? ¿El coraje para enfrentar la realidad, ya apareció? ¿Cómo, por qué y para qué? En tanto navegamos en un mar globalizado de incertidumbres, a la vez somos conducidos incompetentemente. Es como si estuviésemos arriba de un bondi, en el que el chofer hace lo que quiere sin tener en cuenta mínimos parámetros… por ejemplo escuchar a la oposición, preguntar al soberano… ¿Es extraño que un chofer no te pregunte… dónde va? Para no despertar iras hay que mantenerse con el pico cerrado y ni siquiera decir muh, porque puede ser tomado como un favoritismo hacia la gente del campo. Es una especie de democracia inédita. No se puede discrepar. No se puede decir. No se puede… ejercer derechos. ¡Probablemente no quieran escuchar la conciencia del pueblo! Sin embargo el pueblo se ha estado manifestando durante los últimos meses de muchas maneras. Una de ellas es retirando simpatías hacia la gestión. El pueblo argentino no es sordo, ni mudo, tampoco "come vidrio…" Con la verdad al lado, vamos a cualquier, parte pero sin ella… cada vez marchan más solos. El forcejeo ha sido una constante en las esferas del gobierno, y esto cada día crea mayor preocupación, más aún cuando los dichos no se acompañan con los hechos. Es un clásico, están conversando los sordos, en un lenguaje sin señas... Lo expresaba en el pasado George Orwell: "En la era de la mentira y el engaño universales, decir la verdad sería un acto revolucionario" Hace apenas un instante se me cruzó esta idea: Haciendo memoria y mirando mi propia experiencia como niño y adolescente, mi conclusión es que, hace algunas décadas la inseguridad no era primera plana, mis amigos y compañeros retornaban a sus casas ni bien comenzaba el nuevo día, los saludos entre policías y vecinos eran una rutina y casi no habían noticias de "sangre, odio y terror" en los medios. Esos tiempos hoy serían una imagen del paraíso… ¿Cuantos desengaños vivimos los argentinos? Digo y asumo, tenemos curtida la piel para lidiar con la adversidad. No somos desprevenidos. Si está aumentando la desconfianza, es porque se intuye otra gran frustración. Tal vez la mayor de todas, porque poco a poco pusimos credibilidad, confianza y ahorros en el ciclo iniciado después del 2001. Se había logrado instalar un circuito virtuoso y el trabajo se expandió libremente en toda nuestra geografía. Todo eso ya es pasado, quedó atrás, se liquidó en brevísimo tiempo… solo meses. Como una oferta de temporada. Se esfumó aquello tan bueno que se consiguió y que fue bandera y argumento. Ahora ya no es, no va. Las cosas han cambiado, el panorama nuevamente es incierto, como antes de empezar el ciclo en mayo del 2003. Los ejes parecen ser los mismos de un régimen totalitario. Las cosas deben ser como "ellos…" quieren. Además en todas las instituciones. Qué clase de democracia es esta. Pregunto por segunda vez. O es que aún se cree que el pueblo solo tiene derecho a obedecer y a votar, nada más. Digo, se han confundido de parcela. Aquí ya no vive más la masa fácil de dirigir y de engañar; se mudó al siglo pasado. Solo vive en el recuerdo. Hasta la próxima. Juan Báez | CABA Publicado en Página 12
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Regresa la economía de la depresión "Cuando prevalece la economía de la depresión, ya no se aplican las reglas usuales de política económica: la virtud se vuelve vicio, la cautela es arriesgada y la prudencia, locura". Por Paul Krugman Las noticias económicas, por si no se habían dado cuenta, siguen empeorando. No obstante, a pesar de lo mal que está la cosa, no espero otra Gran Depresión. De hecho, es probable que no veamos el índice de desempleo equipararse con el punto máximo después de la Depresión, que fue 10,7 por ciento en 1932 (aunque me gustaría estar seguro de ello). No obstante, ya estamos bastante dentro del reino de lo que yo llamo economía de la depresión. Con ello quiero decir un estado de cosas como el de la década de 1930, en el cual las herramientas usuales de política económica -sobre todo, la capacidad de la Reserva Federal para impulsar la economía reduciendo las tasas de interés- han perdido toda tracción. Cuando prevalece la economía de la depresión, ya no se aplican las reglas usuales de política económica: la virtud se vuelve vicio, la cautela es arriesgada y la prudencia, locura. Para ver de lo que hablo, hay que considerar las implicaciones de las noticias económicas terribles más recientes: el informe del jueves de hace dos semanas sobre los nuevos reclamos de seguro del desempleo, que ahora sobrepasan la marca del medio millón. A pesar de ser malo, visto en forma aislada podría no parecer catastrófico. Después de todo, estaba en las mismas aproximaciones que las cantidades a las que se llegó en las recesiones de 2001, y de 1990 y 1991, las que terminaron siendo relativamente ligeras según estándares históricos (aunque en cada caso, el mercado laboral tardó mucho en recuperarse). Sin embargo, en estas dos ocasiones anteriores, la respuesta política estándar a una economía débil -un recorte en la tasa de los fondos federales, afectación mucho más directa a la tasa de interés por la política de la Reserva- aún estaba disponible. Hoy, no es así: la tasa efectiva de los fondos federales (en contraposición con el objetivo oficial, que por razones técnicas se ha vuelto insignificante) ha promediado menos de 0,3 por ciento en los últimos días. Básicamente, ya no queda nada que reducir. Y, sin ninguna posibilidad de más reducciones en las tasas de interés, no hay nada que detenga el impulso descendente de la economía. El desempleo en aumento conducirá a mayores reducciones en el gasto del consumidor, y Best Buy advirtió la semana pasada que ya padeció un descenso "sísmico". Un gasto del consumidor débil conducirá a recortes en los planes empresariales de inversión. Y la economía que se debilita conducirá a más reducciones del empleo provocando un ciclo de contracción mayor. Para sacarnos de esta espiral descendente, el gobierno federal tendrá que proporcionar estímulos económicos en la forma de mayor gasto y mayor ayuda a quienes están en apuros, y el plan de estímulos no llegará lo suficientemente pronto ni será lo suficientemente fuerte a menos que los políticos y los funcionarios sean capaces de trascender varios prejuicios convencionales. Uno de ellos es el temor a la tinta roja. En tiempos normales, es bueno preocuparse por el déficit presupuestal, y la responsabilidad fiscal es una virtud que tendremos que volver a aprender tan pronto como haya pasado esta crisis. Pero cuando prevalece la economía de la depresión, no obstante, esta virtud se convierte en un vicio. El intento prematuro de Franklin Delano Roosevelt por balancear el presupuesto en 1937 casi destruye el Nuevo Pacto. Otro prejuicio es la creencia de que la política debería moverse cautelosamente. En tiempos normales, esto tiene sentido: no se deberían hacer grandes cambios políticos hasta que esté claro que son necesarios. No obstante, en las circunstancias actuales, la cautela es riesgosa porque hay grandes posibilidades de que lo peor ya esté sucediendo, y cualquier retraso para actuar aumenta la probabilidad de un desastre económico más profundo. La respuesta política debería ser tan bien diseñada como sea posible, pero los minutos cuentan. Finalmente, en tiempos normales, la modestia y la prudencia en los objetivos políticos son cosas buenas. No obstante, en la situación actual, es mucho mejor errar al hacer demasiado que por hacer muy poco. El riesgo, si el plan de estímulos resulta ser más de lo necesario, es que la economía pudiera sobrecalentarse conduciendo a la inflación, pero la Reserva Federal siempre puede cortar el paso a la amenaza elevando las tasas de interés. Por otra parte, si el plan de estímulos es demasiado reducido, no hay nada que la Reserva pueda hacer para compensar el déficit. Así es que cuando prevalece la economía de la depresión, la prudencia es una locura. ¿Qué dice todo esto sobre la política económica para el futuro cercano? Es casi seguro que el gobierno de Obama tome posesión de cara a una economía con un aspecto aún peor que el de ahora. En efecto, Goldman Sachs pronostica que el índice de desempleo, hoy de 6,5 por ciento, llegará a 8,5 por ciento para finales del año entrante. Todos los indicios son que el nuevo gobierno ofrecerá un gran paquete de estímulos. Mis propios cálculos aproximados dicen que el paquete debería ser enorme, del orden de los 600 mil millones de dólares. De tal forma que la pregunta sería: ¿la gente de Obama se atreverá a proponer algo en esa escala? Esperemos que la respuesta a esa pregunta sea sí, que el nuevo gobierno sea en efecto así de atrevido. Ya que ahora estamos en una situación en la que sería muy peligroso ceder ante las nociones convencionales de prudencia. Publicado en Diario Los Andes - Ver nota original | Publicado en Pregón
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