San Cristóbal de las Casas, 10 de Noviembre de 2008 Estoy aquí en Chiapas, en San Cristóbal de las Casas.
Anoche, en pleno síndrome de abstinencia musical, entré a uno de esos sitios de Internet, donde uno elige un cantante o una cantante y comienza a escuchar su música seguida de otros interpretes que el sistema 'entiende' tienen que ver con el estilo elegido.
Escribí "Miriam Makeba", comenzó a sonar el tanta veces escuchado Pata pata, luego el sitio 'entendió' mal eso del estilo y lo relacionó con un interprete que nada tenía que ver con lo que buscaba. Cerré la página, y me quedé con la voz de "Mamá África" acompañándome.
Anoche, a muchos kilómetros de Chiapas, en Castel Volturno al sur de Italia, Miriam Makeba subía a un escenario luego de tres años de haberse retirado por problemas de salud. En esa misma ciudad, hace un mes, la camorra asesinó a inmigrantes africanos . Como ocurre en esos casos, la ciudad asocia su nombre al término 'masacre', y de esa manera nombramos lo que no podemos soportar, ni entender.
Pese a su débil estado, hizo el esfuerzo de cantar nuevamente contra el racismo, y en respaldo al escritor Roberto Saviano, quien denunció la trata de personas y el asesinato de migrantes en régimen de esclavitud, por lo que la camorra le hizo saber que no llegaría vivo al 2009.
Miriam Makeba cumplió con su compromiso vital . Subió al escenario en silla de ruedas, acompañada por su nieta. Cantó tres canciones, con las manos juntas; la última canción fue Pata Pata. Recibió una gran ovación del público, cerró los ojos y no volvió a abrirlos. Murió pocos minutos después en la clínica Pineta Grande.
A veces parece que, por incorporados, nos cuesta reconocer el valor que tienen las artistas y los artistas que con su compromiso ponen letra y música a nuestros sueños. Aquellas y aquellos que con sus denuncias nos sublevan, nos mueven a rebelarnos, nos hacen parte de una rebelión más grande y abarcativa, que supera lo personal.
A mi juicio, Miriam Makeba era una de esas artistas que nos forman y movilizan. Que incorporamos rápidamente, sin darnos cuenta cuánto nos reveló, cuánto nos cambió, qué nuevos espacios de lucha nos abrió.
Con la fuerza inmensa de su talento y su popularidad, fue un instrumento de Liberación y seguirá siéndolo...
Sus canciones son territorio compartido, de lucha y de encuentro.
Allí hoy le cantamos Malaika , na ku pende Malaika, la balada keniata que cantó como nadie.
En swahili Malaika es ángel, y "na ku pende', te quiero. Así es...
Fuerza insustituíble, a partir de hoy, andaremos el camino que hizo nuestro en compañia de su música, y la fuerza viva de su recuerdo.
Un gran abrazo,
Carlos D. PEREZ
Coordinador de REDH
Red Solidaria por los Derechos Humanos
www.redh.org
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