lunes, 1 de diciembre de 2008

RE: El VIH/SIDA como una preocupación social, político y religioso: P. Luis Barrios

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From: lbarrios@jjay.cuny.edu
Date: Mon, 1 Dec 2008 15:02:10 -0500
Subject: El VIH/SIDA como una preocupación social, político y religioso: P. Luis Barrios

El VIH/SIDA como una preocupación social, político y religioso



Dios, al organizar el cuerpo,
tuvo más atenciones por lo que
era último, para que no se dividiera
el cuerpo; todas las partes han de tener
la misma preocupación unas por otras.


I Corintios 12: 24b-25



Si mis tres queridos hermanos –Carlos, Adalberto y Samuel- no se hubiesen muerto de SIDA, hoy estaríamos juntos haciendo realidad los sueños que entretejimos y fabricamos durante nuestra niñez. Estos tres pedazos de mi vida se fueron a destiempo porque la despreocupación social, política y religiosa que acompaña a esta pandemia los asesinó. Desde ese día juré ante sus tumbas que haría todo lo que esté a mi alcance para que no hayan otros/as Carlos, Adalberto o Samuel como los míos. Esa es mi preocupación desde ese día.

Ahora bien, ¿por qué digo que el VIH/SIDA es una preocupación social, política y religiosa? Sencillamente, porque el VIH/SIDA ha pasado a ser una realidad humana que diariamente es asesinada. Asesinada socialmente por la ausencia de voluntad política que responden a políticas neoliberales que benefician a las corporaciones y no a la gente, por la falta de inversión económica en proyectos de prevención y por el sobre-moralización religioso que ha llegado al extremo de sexualizar el pecado y de vender la necedad de la abstinencia como la única salida.

En este contexto de asesinatos, hoy, 1de diciembre, conocido por ONUSIDA como el Día Mundial de Lucha Contra el SIDA, se recuerda el impacto negativo que ha tenido una de las enfermedades que más estragos ocasiona en el mundo. Pero a la misma vez en este día recordamos a nuestros/as seres queridos/as que partieron, se educa con la intención de concientizar al pueblo y empoderarle con información, y a la misma vez se moviliza un nuevo liderato que pueda ser parte de un activismo radical con la intención de erradicar esta pandemia.

Ahora bien, en este momento mi mayor preocupación en esta reflexión lo es el poder entender críticamente el reto que la realidad de la pandemia le presenta a las comunidades de fe para que desarrollen lo que podría ser una praxis teológica del VIH/SIDA para las comunidades Latinas. Esto por supuesto sin menospreciar otros retos y otras comunidades.

No es un secreto que el VIH/SIDA ha logrado alcanzar niveles de crisis en las comunidades Latinas de los Estados Unidos y si incluimos a Puerto Rico como territorio colonizado, la crisis es mucho más grande. Si en algo coinciden los informes es que la comunidad Latina de alguna manera está sobre representada en los casos de VIH/SIDA diagnosticados al compararse con los números de su población.

Tenemos el informe preparado por el Concilio Nacional de la Raza en el año 2006 -

Redifining HIV/AIDS for Latinos: A Promising New Paradigm for Addressing HIV/AIDS in the Hispanic Community- y a la misma vez el reporte del 2008 producido por la Comisión Latina Sobre el SIDA (LCOA). En ambos se describe la severa falta de acceso a servicios de prevención y cuidado de la salud para la comunidad Latina, lo cual ha resultado en cifras desproporcionadamente altas en relación al VIH/SIDA entre los hispano-parlantes de la región. O sea, ambos informes vuelven a resaltar el crecimiento de los números en las comunidades Latinas y además que nuestras comunidades se encuentran con un muro de indiferencia y silencio por parte de las autoridades que están liderando la campaña contra el VIH/SIDA. Esto a mi juicio es racismo institucionalizado.

De aquí el que esta pandemia le pone un reto doble a las llamadas Iglesias de Dios: (1) como atenuar el dolor de aquellas personas con VIH/SIDA; y (2) como prevenir nuevos contagios. En el primer reto las llamadas comunidades de fe con sus ministerios de consolación han desempeñado un papel mucho mejor que en el segundo reto. Ahora bien, se puede realizar un trabajo mucho más serio contra ambos retos, aunque sigo creyendo que el pecado más grave que hemos cometido ha sido la apatía colectiva mística.

A mí me parece que uno de los primeros problemas para desarrollar una praxis teológica del VIH/SIDA para las comunidades Latinas lo sigue siendo la teología escatológica que las comunidades de fe –sobre todo las cristianas- con su preocupación del más allá sin repercusiones en el presente se empeñan en predicar. Esto ha dejado como resultado un tipo de doctrina incorporal en donde no se ha tomado seriamente el valor e importancia del cuerpo humano y su preservación durante su peregrinaje por este mundo.

Hemos ignorado que Jesús dentro de su preocupación comunitaria trajo una imagen de santidad social –lo cual es contraproducente con la santidad individualista- caracterizándose por caminar con lo que nuestra sociedad se empeñó en llamar impuro, se acercó a lo rechazado y les acompañó a pesar de las críticas de quienes se proclamaron como guardianes morales. De aquí la necesidad de una Iglesia militante que combate la exclusión social y una Iglesia subversiva que insiste en visibilizar lo invisible. Esto debe de ser un fundamento para desarrollar una praxis teológica del VIH/SIDA.

De la misma manera, para desarrollar esta praxis teológica del VIH/SIDA es imperante tener claro que hay una serie de ideologías que deben de ser identificadas, condenadas y rechazadas. Por lo tanto, la predicación que sigue vociferando que la abstinencia y la fidelidad conyugal son las respuestas para combatir el VIH/SIDA no se debe aceptar. Esto ha dejado como resultado una especie de sobre-moralización del VIH/SIDA. Podemos decir que ambas son dos estrategias que funcionan para algunas personas, pero lo que estoy combatiendo es que se diga que son las estrategias a seguir.

Asimismo, parte de estas ideologías que afectan el desarrollo de una esta praxis teológica del VIH/SIDA el decir que el sexo sin intenciones de procrear o prácticas sexuales que no procrean son pecaminosas. Las tres mas mencionadas son; la masturbación, relaciones orales y relaciones anales. Este enfoque de exclusión y opresión es el que se ha utilizado para condenar y satanizar las relaciones gay y lésbicas. Es de aquí que surge la sexualización del pecado.

Asimismo, en el desarrollo de una praxis teológica del VIH/SIDA debemos de aprender a mirar mucho más crítica la realidad del uso de drogas en nuestras comunidades. Muy en particular las drogas inyectadas. Ante la realidad de tener una población usadora de drogas, que no va a parar de usar drogas, la pregunta que surge es, ¿cómo pueden los usuarios de drogas reducir sus riesgos de contraer el VIH/SIDA? El desarrollo de una praxis teológica del VIH/SIDA no debe de ninguna manera pararse en una plataforma donde predique que el uso de drogas, sobre todo inyectables, es inmoral. Véalo de esta manera, tanto en el sexo como en el uso de drogas la gente debe de aprender a tener responsabilidad individual y colectiva. Por lo tanto el uso y distribución de condones, como agujas limpias debe de ser parte de esta expresión teológica.

Por otro lado en el desarrollo de una praxis teológica del VIH/SIDA es necesario entender críticamente la manera en que se han desarrollado otras realidades: la feminización de la pandemia; el empobrecimiento de la pandemia; y la criminalización de la pandemia. Esto se podría hacer dentro del postulado de que cualquier enfermedad en nuestra sociedad capitalista –aunque incluya lo inmunológico- puede tener un constructo político, social o económico. De aquí el poder entender porque la gente pobre está llevando el peor impacto. Por supuesto, no es que la pobreza directamente causa VIH/SIDA sino que hay una serie de realidades como la falta de servicios médicos de educación preventiva, etc., que en las comunidades pobres no tenemos.

Ante el reto de cómo elaborar un ministerio de prevención a través de una praxis teológica del VIH/SIDA es importante tener claro que la Iglesia no es un club privado para una membrecía exclusiva. Es por esto que esta teología debe de mover a la Iglesia a ser expresión rebelde del amor incondicional; una comunidad sanadora; una acompañante que sabe escuchar y consolar; una defensora del proyecto de liberación en todas sus dimensiones (ejemplo: social, política, económica, cultural, racial, sexual, etc.); como favorecedora de los derechos humanos y civiles; como preservadora de la libertad de decidir sobre la vida sexual; como expresión solidaria por la creación; y como preservadora de la vida. En otras palabras, la Iglesia debe de ser un hospital que recibe a todas las personas que estamos enfermas para sanarnos.

Sigamos creyendo que es posible desarrollar una praxis teológica del VIH/SIDA con la capacidad de destruir la despreocupación social, política y religiosa que acompaña a esta pandemia. Sigamos sembrando la paz con justicia.


P. Luis Barrios
Iglesia de Santa María
New York, New York
1 de diciembre de 2008
lbarrios@jjay.cuny.edu


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