Vale la pena Transitamos una etapa donde está vigente el protagonismo crítico. Esta crisis por sus diversos orígenes y sus distintos efectos exige una participación activa. La crisis vino y llegó para producir cambios. Tanto la externa como la interna. ¿Por qué… cómo? Por ejemplo nuestra actual crisis nacional tiene componentes inéditos y un gran factor común -si hay un mismo denominador-… con todas las anteriores convulsiones políticas. ¿Cual fue el factor habitual en todas las circunstancias vividas en los últimos 50 años? … la conducción de los gobernantes. Fallaron nuestros representantes y fracasaron las reglas que iniciaron tales procesos. Quienes somos miembros de la sociedad no gobernante, entendimos que habían fracasado "ellos" sean estos peronistas, radicales, militares, etc. Así comenzó una degradación que poco a poco subvirtió a los propios valores de la democracia. Reflexiono: Si esta forma de organización política, logra tamaños resultados… ¿Acaso esto es todo o lo mejor de la democracia…? La decadencia es notoria en todos los ámbitos. La educación, la salud, la seguridad y la visión de un futuro promisorio, hoy están ausentes como meta social. Antes debemos pararnos como sociedad libre, debemos dejar atras a la pobreza y otras enfermedades sociales, por eso en esta etapa tiene un lugar importante la iniciativa personal y el protagonismo colectivo en pro de lo que establece nuestra máxima ley, la Constitución Nacional. Tenemos derecho a peticionar, a participar, a proponer y a controlar. Ha llegado el momento de salir del grupo de indiferentes. Todos los seres buenos que habitan el suelo argentino, algo mas debemos hacer además de ser buenas personas. Es vital ejercer nuestros deberes ciudadanos. Debemos ser protagonistas de alguna forma, acercándonos a las organizaciones sociales y empezar a deliberar acerca de cómo salimos de este atolladero, de difícil comprensión y a la vez imposible de resolver si no actuamos con inteligencia en pro de nuestros derechos civiles. Por esto Vale la pena salir de la abulia cívica. Vale la pena además de ser una buena persona hacer "algo" por un futuro promisorio, construido desde este presente. Si desde donde estamos, ahora. Tal vez llegó el momento de escribir una Carta abierta. Sí… una carta desde cada argentino hacia los demás porque quiere un mejor destino, contribuyendo desde ahora con un inventario de sus ideas y deseos para la Nación que deseamos ser. Lo primero es lo primero. Que protagonismo podemos asumir si no nos conocemos, si no nos comunicamos. Demos a conocer que queremos, quien somos, que damos… Creo extinguido el tiempo de espera. Personalmente no espero nada de este Gobierno. Me convencieron ellos mismos que no alberge ninguna esperanza… Es lo mismo que tener un papá que te ignora, que siempre hace la suya, que lo único que le interesa es lo que el piensa y que el único que debe manejar el dinero es él. Todo lo que gane por mi lado lo debo participar, sin preguntar nada. Solo obedecer. Si todo tiene que pasar por su conocimiento y aprobación. Al fin y al cabo no es más un clásico tirano. Un tipo que en lo único que cree es en él mismo. Es triste pero es así. Entonces la tradicional bandera política de la distribución social del ingreso, será nuevamente postergada. A otros tiempos. Esta crisis esta promoviendo una nueva cultura. Con nuevas ideas y con nuevos protagonistas. Esta cultura se construye con inteligencia, educación en valores, actitudes francas de cooperación y desinterés. No es común para los tiempos. Sin embargo ayudará a resolver algunos asuntos de la temática política pública. El diálogo entre gobernantes y gobernados es necesario y útil. Cuando no se comunican, esta todo dicho. Solo recuerdo algunas expresiones clásicas de la arenga partidaria… debate profundo, legitimado por la opinión y participación ciudadana… todo esto sin nosotros participando. El derecho a una nueva política es nuestro deber. Hagámoslo. Apelo con estas ideas, a iniciar un mínimo cambio entre nosotros. Mientras "ellos" piensan en "ellos". Hasta la próxima. Juan Báez | CABA Publicado en La Prensa
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Tan endeudados como Argentina |
Sentido común En su momento, Cortázar y Borges fueron figuras antinómicas. El sentido común debería llevarnos a buscar concordancias y, de paso, a querernos un poco más. Ángel Stival Periodista angelstival@gmail.com A Julio Cortázar (1914-1984) se lo escucha reír desde el otro lado de la puerta por la catarata de paráfrasis que desencadenó el 25° aniversario de su muerte. "Todos los juegos", "cronopio", "la vuelta a Cortázar..." son algunas de las que más gracia le causaron. Pero también se lo oye despotricar porque no se explica cómo esos papeles que él no quiso publicar –y que ahora se editan a precios astronómicos– escaparon de su prolija manía de destruir todo lo que consideraba inservible. Su aguda inteligencia –que aún nos deslumbra desde alguna vieja entrevista– ya le había anticipado que algo así le pasaría después de escribir como escribió, de vivir como vivió. Supo desde siempre que se lo recordaría por sus sesudos intentos de establecer un contacto distinto con el lector –inventó la interactividad antes de que existieran los medios electrónicos y los campeones del coaching–, al que convierte en cómplice, en protagonista y, a veces, en víctima de su propia lectura (como en el cuento Continuidad de los parques). Para quienes en la primaveral década de 1960 –cuando todo parecía posible y el futuro existía– tenían 20 años e iban a todos lados con Rayuela bajo el brazo, el contacto con Cortázar está hecho de desgarrantes y reveladoras emociones, como las de la escena en que Horacio comprueba –en plena reunión de amigos que hablan, fuman y beben– que el bebé Rocamadour está muerto y no se anima a decirlo, desnudando su hipocresía y también la banalidad de tanta cháchara existencialista. La ternura lacrimógena de la carta de la Maga (Lucía) a su bebé, que pegaba fuerte entonces (y no tanto ahora), constituye un conocimiento emocional único e intransferible. Generacional. "Llorar así es tan tonto –escribía–, las cacerolas se ponen blandas, se ven como halos en los vidrios de las ventanas... Bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, nariz de azúcar, arbolito, caballito de juguete". Para Jorge Luis Borges (1899-1986), escribir algo así sería imposible, podría decir cualquiera de nosotros, amigos inseparables de las antinomias, desde que unitarios y federales ensangrentaron el país con sus disputas. El sentido común –toda una contradicción en los términos, hablando de Cortázar– debería impulsarnos a buscar concordancias, síntesis superadoras (y, de paso, a querernos un poco más). Diego Maradona, en el trono otra vez, ahora como DT, muestra el camino (¡quién lo diría!), definiéndose como una síntesis de Cesar Luis Menotti y Carlos Bilardo. La presidenta Cristina Fernández, exponiendo su cara lavada ante las cámaras que la perseguían en el barro de Tartagal, dejaba asimismo, en forma un tanto inesperada, su cuota de sensatez cuando expresaba: "La tragedia no es el alud. La verdadera tragedia es la pobreza estructural". © La Voz del Interior Publicado en LaVoz.com.ar - Ver nota original
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Este espacio es para difundir ideas o conjuntos de ideas que impulsen cambiar la realidad, principalmente si esta no está caracterizada por la calidad institucional. Es lo mínimo que podemos reclamar. Queremos ser bien gobernados. Y además invitamos a quienes crean que pueden aportar se sumen a este emprendimiento. Catástrofe humana El barro se comía las casas. Y la gente no tenía esperanzas en sus ojos. El barro amenazaba cada metro que le ganaba al barrio. Y la gente sólo podía mirar como se destruían sus sueños, todo lo que, con tanto esfuerzo, habían conseguido. Tuvo que ocurrir una tragedia natural para que nos diéramos cuenta de que estaban allí. Tuvo que pasar lo menos deseado, para que supiéramos que nos estaban necesitando. Estaban allí. Y nadie los escuchaba. Sólo el ruido de aquel alud pudo llenar sus gargantas, para hacerse oír. Sólo el barro pudo ponerlos en las tapas de los diarios. Debemos entender que no fue el barro lo peor que les pasó a aquellas personas. Debemos entender que la pobreza no destruye tan rápido las casas y los sueños de los sectores marginados, pero es más certera. La pobreza es lenta… y, como todo lo que es lento, se encarnizó en sus almas. El barro no estuvo siempre, es verdad. La tragedia fue ahora. Y las autoridades han respondido rápido y bien. Es verdad, el barro no estuvo siempre, pero, antes del alud, fueron el hambre y la falta de salud las que hicieron sufrir a los ciudadanos marginales de Tartagal. Y en ese momento, no hubo nadie para ayudarlos. Quizá el ruido que emana un vientre hambriento no es tan fuerte como el de una casa al caer. O quizá nadie quiso ver lo evidente: que hay pobreza en la Argentina. Sería lindo que todos pudiéramos ver todo… o, para ser más justos: que todos pudiéramos, cuando vemos lo que no nos gusta ver, hacer algo para cambiarlo. Y si no, no nos hagamos los conmovidos cuando vemos que la gente sufre una catástrofe natural, porque las catástrofes humanas han sabido ser más destructivas. En memoria de todas las víctimas de Tartagal (las del alud y las de siempre). Federico Guido Fiorentino federicofiorentino@aristotelizar.com |
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